Pues resulta que el equipo comandado por el
científico hispanistaní Ismael Galván e integrado por éste y otras siete personas ha
dado con evidencias que apuntan a que los pájaros que viven en la Zona de
Exclusión (es decir, en un radio de treinta kilómetros en torno a la central
nuclear Vladimir Ilych Lenin de Chernóbil, la que petó en 1986) se están
buscando la vida en el "cementerio nuclear".
La radiación ionizante es
aquella que tiene la suficiente energía como para arrancar los electrones de
los átomos de la materia que sea, por ejemplo los electrones de los átomos de
una persona, un pájaro o una placa de plomo. En Chernóbil dicha radiación
procede de radioisótopos, principalmente
cesio-137; tales radioisótopos fueron liberados al medio ambiente cuando la
contención de uno de los reactores falló porque era un reactor soviético,
garantía de calidad, tan seguro como un samovar y a veces pues pasan estas
cosas, oiga usted.
La radiación tiene efectos
perjudiciales en los organismos :-(. Estos daños consisten en que se producen
moléculas muy inestables, llamadas radicales en química, que tienen una vida
muy corta, de milisegundos, y reaccionan enseguida con lo que sea y sin ningún
criterio, las cuales pueden provocar lo que se ha dado en llamar estrés
oxidativo. Y también daños genéticos.
El estrés oxidativo se
produce cuando la cantidad de radicales es tan grande que sobrepasa la
capacidad del organismo para desactivarlas mediante otras moléculas llamadas
antioxidantes. El daño genético significa que los radicales tienen tendencia a
joder el ADN. Más que mutaciones estilo peces de tres ojos o mantis religiosas
gigantes los radicales conllevan envejecimiento prematuro, tumores de todo
pelaje y muerte. O sea que la radiación ionizante es maligna pero no
espectacularmente maligna. Es más bien una puta mierda horrible sin glamour.
Pero como diría el
matemático del caos de "Parque Jurásico", la vida se abre camino. El
doctor Galván y sus colaboradores (que trabajan en la Universidad de París) se
fueron a la bella y pacífica Ucrania con redes para capturar pájaros y
contadores Geiger. La Zona de Exclusión se llama así porque el gobierno no
permite a las personas vivir allí (pero al parecer hay abueletes y abueletas
que pasan de lo que diga el gobierno y se dedican beber té en sus cabañas y
comer tomates radiactivos), lo que convierte dicho paraje en una especie de
laboratorio ecológico no mancillado por las zarpas del ser humano desde hace
casi treinta años. Bien, los científicos capturaron unas 150 aves de 16
especies diferentes en 8 localizaciones distintas. Midieron el nivel base de
radiactividad de cada sitio (que oscilaba entre los 0,02 y los 92,90
microsieverts por hora; la segunda cifra es muy, muy elevada) y de cada
pajarillo extrajeron muestras de sangre y también cogieron plumas.
¿Qué hicieron con eso? De
las muestras de sangre obtuvieron los niveles de un antioxidante llamado glutanión,
así como la cantidad de estrés oxidativo y daño genético en los glóbulos
blancos. Y de las plumas midieron la abundancia relativa de dos tipos de
pigmentos de melanina: concretamente de eumelanina (que tiñe las plumas de
negro o marrón) y de feomelanina (plumas rosas o rojas: los flamencos, por
ejemplo, tienen mucha feomelanina). Bueno, ¿y qué hostias pasa con todo este
rollo? Resulta que la feomelanina se produce a partir de antioxidantes; las
plumas rosas o rojas hacen que el nivel de antioxidantes baje y aumenta la
susceptibilidad a los radicales producidos por la radiación ionizante. Pero esto
no ocurre con la eumelanina: este pigmento no incide en la cantidad de
antioxidantes. Sin embargo (y aquí está el quid) la producción de feomelanina
disminuye al mismo tiempo la cantidad de moléculas que pueden ionizarse, lo que
significa que se producen menos radicales si hay radiación incidente, mientras
que la eumelanina no. Tenemos un delicado equilibrio: si el pájaro produce
eumelanina, los niveles de antioxidantes son altos; si produce feomelanina,
esos niveles son mucho más bajos pero al mismo tiempo la radiación no produce
tantos radicales como en el caso del otro pigmento. Sí, es un lío de cojones.
¿Y qué se han encontrado?
1. En condiciones iguales de radiación de
fondo, los pájaros "prefieren" (nótense las comillas) producir
feomelanina.
2. No obstante el descenso
en el nivel de antioxidantes y la consiguiente pérdida de vigor corporal, los
niveles de daño genético y estrés oxidativo son menores de lo esperable.
3. Ergo los pájaros han "acertado" (nótense las comillas) al producir
feomelanina, ya que el beneficio derivado de la menor exposición a radicales
supera el costo de reducir los niveles de antioxidantes. Personificamos a los
pájaros, pero en el fondo no media una decisión consciente: los pájaros que
producen más feomelanina quizá tengan una tasa diferencial de supervivencia superior
a la de los pájaros que se centran en la eumelanina y por lo tanto se reproducen
más. Que quede claro esto. Somos de la escuela dawkinsiana.
5. Y eso es esperanzador. O
terrorífico.
Coccothraustes coccothraustes de la Zona de Exclusión I Fucking Love Science |
El trabajo de
Galván y sus colaboradores fue publicado en la revista Functional Ecology
el 17 de enero de 2014. Functional Ecology es una publicación
científica estándar, con criterios estándar de selección de los artículos que
se envían y revisión estándar por pares, así que en principio parece una fuente primaria
fiable y estándar. Se puede descargar el pdf del artículo en esta dirección.