miércoles, 10 de septiembre de 2014

EL ADN DE JACK EL DESTRIPADOR IDENTIFICA A JACK EL DESTRIPADOR O QUIZÁ NO


Aaron Kosminski, borroso
 
 
Amigos, en los últimos días ha saltado a los ávidos medios la noticia de que alguien llamado Edwards ha conseguido identificar a Jack el Destripador a partir del análisis de ADN y después de años y décadas de especulaciones. Por ejemplo, pueden mirar aquí. O aquí. También aquí. Y por si fuera poco, aquí. Anda, y también aquí.
 
Pero, ¿es verdad todo eso? Rebuscando un poco en la red (básicamente en Reddit) esto es lo que se puede decir sobre las novedades acerca del caso:
 
1. Una de las víctimas del Destripador se llamaba Catherine Eddowes. Catherine Eddowes, que era una mujer que vivía en la pobreza y era madre de dos criaturas, casi desde el principio dejó su condición de ser humano para convertirse en La Cuarta Víctima del Destripador, apelativo con el que ha pasado a la posteridad. Puta posteridad.
 
2. Supuestamente vestía un chal (o una manta fina) de color negro el día de su asesinato (madrugada del 30 de septiembre de 1888).
 
3. El chal quedó lleno de sangre y fluidos.
 
4. El chal lleno de sangre fue supuestamente recogido del escenario del crimen por el sargento de policía Amos Simpson. El cual aparentemente se lo regaló a su esposa. What the fuck.
 
5. La esposa del sargento Simpson recogió el chal manchado de sangre y fluidos diciendo "pues vale" y lo guardó en un armario. ¿Limpiarlo? Parece que no. Que no se estilaba limpiar los chales ensangrentados que recogía tu marido en el escenario de un degollamiento en los tiempos de la Reina Victoria. What the fuck II.
 
6. Ese chal permaneció en manos de la familia Simpson, intacto en su horror sangriento, hasta que en 2007 lo compró un "investigador privado" (aka detective de fin de semana y aspirante a autor de bestseller) llamado Russell Edwards. Aquí tenemos el tercer WTF.
 
7. Como en ese chal había sangre victoriana y otros fluidos, Edwards vio claro lo de hacer un análisis de ADN de la prenda. A lo mejor usando los modernos métodos de análisis forense de restos de ADN sonaba la flauta y encontraba al Destripador de una vez por todas. Aunque eso se había intentado antes con restos de ADN procedentes de cartas y sellos, era la primera vez (siendo optimistas y proactivos) que se podían tomar muestras forenses genéticas de uno de los crímenes.
 
8. Por ello contactó con el doctor Jari Louhelainen, experto finés en ADN histórico afincado en Liverpool. Con impecables credenciales hasta donde sabemos.
 
9. Louhelainen analizó la prenda. Había muchos restos de sangre, que atribuyó en su totalidad a la víctima y descartó por tanto para el análisis. Pero ahora viene lo asqueroso. Lo sentimos. En el chal también había una mancha bastante grande de semen.
 
10. Tras ciento veintiséis años es poco probable que el ADN de los núcleos de los espermatozoides haya sobrevivido lo bastante intacto como para someterse a un análisis forense. Pero Louhelainen no es experto en ADN nuclear, sino en ADN mitocondrial, que tiene más posibilidades de conservarse en muestras históricas, y que es por lo tanto el preferido de los expertos en ADN histórico.
 
11. El semen tiene poco (prácticamente cero) ADN mitocondrial. No obstante, Louhelainen encontró restos de células epiteliales cerca de la mancha de esperma. Entonces hizo una suposición. Supuso que las células epiteliales pertenecían a la misma persona (un varón) que había dejado la mancha de semen. Sobre todo esto planea una suposición de mayor alcance, a saber: que mancha de semen y células epiteliales pertenecen a la última persona que estuvo en contacto con ese chal sin ser Catherine Eddowes, es decir (suponiendo un poco más), que pertenecen a su asesino.
 
12. Las células de la piel tienen mucho ADN mitocondrial. Estupendo.
 
13. Louhelainen extrajo restos de ADN mitocondrial del chal negro y los amplificó por medio de la reacción en cadena de la polimerasa hasta que tuvo la cantidad suficiente como para secuenciarlo y obtener equivalencias significativas. Resulta que el ADN mitocondrial no sirve para identificar linajes familiares concretos, sino más bien procedencias étnicas.
 
14. El haplotipo del ADN mitocondrial de varón encontrado en el chal encaja con el llamado T1a1.
 
15. T1a1 pertenece al haplogrupo T y se encuentra predominantemente en Eurasia, y más en concreto en señoras y señores del nordeste de Europa. O sea, no sería el haplotipo corriente de un londinense de pura cepa. Luego -dice Louhelainen- la mancha de semen y las células epiteliales las dejó un inmigrante, posiblemente polaco, probablemente judío, porque en la época de la que hablamos (1880-1890 después de Cristo) la inmigración judío polaca a Londres estaba en auge. Suposición número tres, o cuatro.
 
16. Edwards tenía un sospechoso en mente, y los datos de su colega apuntaban hacia él. Dicho sospechoso, Aaron Kosminski, era un barbero polaco que tenía veintitrés años en 1888. Cortaba el pelo, arreglaba la barba, ponía empastes en los dientes y vendaba fracturas en un puestecito del East End de Londres. Tenía cierta fama de ser un putero y estar loco. Scotland Yard lo investigó en relación con los crímenes del Destripador y llegó a arrestarle: de hecho, era uno de los integrantes del top tres de sospechosos de sir Melville Macnaghten, uno de los comisionados de la Policía Metropolitana de Londres que en 1894 escribió el famoso (entre los destripólogos) Memorando Macnaghten. Tres años después de los crímenes Kosminski fue ingresado en un sanatorio mental, posiblemente debido a la sífilis terciaria, donde murió cuando tenía cincuenta y tres años.
 
17. Edwards y Louhelainen concluyeron que era muy, muy probable que Kosminski fuera el hombre que dejó su ADN mitocondrial en el chal de Catherine Eddowes. Ergo si su ADN estaba en el chal, él había matado a Eddowes. Y si había matado a Eddowes, también era el que había asesinado a otras cuatro mujeres en 1888, causando conmoción en la sociedad victoriana, disparando a la estratosfera la venta de folletos del Punch y convirtiéndose en el puto Isaac Newton de los asesinos seriales, en una leyenda del Mal ... ya que esos cinco crímenes obedecían al mismo modus operandi y apuntan a que fueron cometidos por la misma mano carnicera.
 
18. Pero para asegurar el tiro, era necesario encontrar a un pariente vivo de Kosminski y extraerle una muestra (suponemos que de saliva, que es lo típico) para compararla con la muestra histórica y comprobar si coinciden. Dicho y hecho, los investigadores hallaron a una descendiente de Kosminski y le solicitaron amablemente (quizá en este caso hubo un intercambio monetario entre unos y otros) una muestra de su ADN para elucidar si su antepasado fue el asesino que había eviscerado a cuatro personas y asesinado a por lo menos cinco a finales del siglo diecinueve. Y ella accedió gustosamente.
 
19. Según Louhelainen, la coincidencia entre la muestra de ADN extraído, amplificado y secuenciado del chal y la muestra actual es del cien por cien. No del noventa por cien, ni del noventa y cinco, no. Pleno al quince. Bingo.
 
20. Luego Aaron Kosminski era Jack el Destripador. Q.E.D.
 
Todo esto suena genial. Y muy oportuno a la hora de publicar un libro cuando está  a punto de cumplirse un nuevo aniversario de los famosos asesinatos, un libro perteneciente al longevo subgénero Yo sé quién era Jack el Destripador y os lo voy a demostrar. Subgénero también conocido como Destripología Especulativa, y en el que Edwards debuta con fuerza y ganas de comerse el mundo. Va a ingresar en un selecto club de eminencias criminalísticas amateur, falsificadores de diarios, policías retirados, escritores de novelas de misterio con mucho dinero y tiempo libre, magos del caos guionistas de cómics y otros sujetos peculiares. Casi todos varones, por cierto. Gracias a diversas investigaciones más o menos serias, más o menos locas, los lectores aficionados a los misterios sangrientos han podido conocer a una sorprendente galería de supuestos Destripadores: tenemos un príncipe, el médico de la reina Victoria y una amplia variedad de médicos psicópatas, un pintor misógino pijo, una comadrona, un abogado pedófilo, indios comanches, cábalas masónicas, travestis zaristas, orangutanes violentos, marcianos. De todo. Pero en este caso parece que se ha dado con La Respuesta, ya que la investigación se basa en el análisis de ADN y el ADN no engaña. Loor al ADN.
 
Pero hay problemas, y otros destripólogos, quizá movidos por la envidia, se han apresurado a plantearlos. Vamos con ello.
 
En primer lugar, está el asunto del chal. Es un asunto un tanto peliagudo, sobre todo por la rocambolesca historia con la que Edwards intenta demostrar que pertenecía a la víctima Eddowes. Recordemos: según Edwards, la prenda en cuestión acabó en manos de una familia que, además de no poner excesivos reparos a su siniestra procedencia, la mantuvo sin lavar ni una sola vez en más de cien años. Sí, es un bonito recuerdo de los tatarabuelos. Y no es que estuviera manchada de mermelada, sino de sangre humana, maldita sea. ¿No suena un poco cogida por los pelos toda la puta historia del chal? Por lo menos, deja un resquicio para la duda.
 
Pero admitamos que ese chal era el que llevaba Eddowes el día que la mató algún hijoputa. Tenemos un objeto bastante proclive a absorber trazas de material genético que ha ido pasando de mano en mano a través del tiempo, y eso implica muchas fuentes potenciales de contaminación. Muchísimas. Además, incluso si aceptamos que las muestras de ADN obtenidas de las células de la piel son realmente de un individuo en concreto, Aaron Kosminski, eso no significa necesariamente que ese individuo fuera el asesino. Kosminski era un frecuentador de prostitutas. Siempre estaba por ahí buscando compañía. Quizá estuviera con Eddowes antes de que la asesinaran. Y el hecho de que muchos años después Louhelainen rastreara su ADN no implica que Kosminski lo hiciera; a lo mejor solo era un puerco.
 
Y ya que estamos, también asoman dudas si se examinan los métodos del profesor finés. Louhelainen aun no ha publicado sus resultados en una revista académica, una de esas donde hay revisión por pares y expertos en el campo examinan con lupa cada afirmación (teóricamente). Luego no conocemos con exactitud el protocolo seguido por el investigador. No sabemos, por ejemplo, si ha usado sospechosos alternativos como método de control, ni siquiera sabemos si ha seguido los estándares básicos de la investigación forense, esto es, si ha usado procedimientos de doble ciego y análisis estadístico.
 
Resumiendo: ¿fue Aaron Kosminski Jack el Destripador? Pues quién sabe.