sábado, 22 de noviembre de 2014

EL TREN SELLADO

Drama humano tangencialmente basado en hechos históricos
 

 
 
Se abre el telón.
 
Era un día de principios de marzo de 1917, calendario gregoriano, y Vladímir Uliánov estaba en su frío y miserable cuartucho de la calle Spiegelgasse, enfrascado en algún aspecto rebelde de su último mamotreto teórico-marxista, mientras su mujer aireaba la cama, preparaba té en el samovar y cumplía, en fin, con sus obligaciones maritales, cuando un mozo polaco adepto a los de su facción entró dando voces:
 
- ¡Camaradas, camaradas, ha estallado la revolución en Rusia!
 
Uliánov, al que sus cuates del partido bolchevique (en el exilio) llamaban "Lenin" por un río de la añorada aunque muy puta madre patria, dijo:
 
- ¿Eh?
 
Vladímir y el resto de exiliados rusos que plagaban Zúrich bajaron a la calle sin ni siquiera coger sus mugrientos tabardos para ponerse al tanto de las increíbles novedades. ¿Y cómo se pusieron al tanto de los acontecimientos, se podrían preguntar? ¿Mandaron telegramas cifrados a sus camaradas en Rusia? ¿Activaron su compleja red de espías, informadores y células durmientes? ¿Pusieron en marcha su inefable e imparable voluntad revolucionaria para tomar en sus manos las riendas de la Historia?
 
No. Fueron al kiosco a comprar el periódico.
 
En el periódico Neue Zürcher Zeitung Vladímir Uliánov leyó (entre la avalancha de partes bélicos de los diferentes frentes de guerra, rumores de epidemias, anuncios de perfumes y cartas al director con quejas sobre la actitud ácrata y traicionera de los poetas dadaístas) un pequeño suelto dedicado a lo que estaba pasando en lo que entonces se llamaba Petrogrado, y hoy se llama San Petersburgo. Donde parece ser, curiosamente, que todavía era febrero. Por lo visto, leyó Uliánov, el zar Nicolás II había abdicado. Y hay que joderse, la Duma (el parlamento ruso) había pasado a manos de demócratas entre los que destacaban los archienemigos políticos de Vladimir (llamados mencheviques). Y había motines en el ejército y algaradas en la Perspectiva Nevski. No se sabía mucho más. Tampoco es que nada de aquello le pareciese muy importante a los redactores del Neue Zürcher Zeitung.
 
De inmediato Vladímir se reunió con sus cuatro, o quizá una treintena, de sus más leales lacayos camaradas y les expuso sus planes.
 
- Ha estallado la revolución en Rusia - les dijo.
 
- Sí, eso dicen los periódicos. ¿Cómo es que no lo hemos visto venir, Ílich? - dijo un camarada.
 
- No te oliste la tostada - añadió otro.
 
- Cállate, Lermontov. No me toques los cojones ahora o te expulso del partido para que puedas ir a comerles la polla a tus amiguitos mencheviques - dijo Vladímir.
 
- Perdona, Ílich, no te pongas así, hombre - dijo Lermontov.
 
- Me pongo como me sale de los huevos - dijo Vladímir, nervioso - Camaradas, ahora mismo estamos transitando por el filo de la espada. Al borde del precipicio de la historia. Este es un momento decisivo. Es hora de tomar decisiones centralizadas y coherentes, y tenemos que conseguir llegar a Petrogrado como sea. Es imperativo, camaradas. Como vanguardia consciente de la revolución, podemos y por lo tanto debemos hacerlo. La revolución ha dado comienzo, eso está ahí, claro, pero mucho me temo que prematuramente. Si no actuamos pronto, se  convertirá en agua de borrajas y los pequeñoburgueses de la intelligentsia, actuando en connivencia con los así llamados "demócratas", que como sabéis no son más que los lameculos de las clase dominante, en fin, todos esos hijos de puta continuarán con la guerra imperialista y abortarán la revolución. ¡La revolución mundial pende de un hilo, camaradas!
 
- Pero si estamos en Suiza - dijo un camarada.
 
- ¿Te crees que no lo sé, Grigorii? - dijo Vladímir, con cierto cansancio.
 
A continuación les expuso su plan para llegar al núcleo de la naciente revuelta contra la tiranía. Consistía en hacerse pasar, astutamente, por un sordomudo sueco, a fin de atravesar de alguna forma las muchas millas que separaban Zúrich de Petrogrado, a través de un continente en estado de guerra; y una vez en Petrogrado proceder a controlar, no, ejem, mejor digamos guiar la revolución obrera y campesina y transferir el poder a los sóviets etcétera etcétera.  Entre sus filas, sin embargo, cundió el escepticismo ante la idea. ¿Un sordomudo sueco? ¿Acaso los sordomudos suecos tienen una visa especial para viajar por Europa?
 
- Bueno, un sordomudo sueco por lo menos puede entrar en Suecia, ¿no? - dijo Vladímir.
 
- ¿Y qué? La revolución no ha estallado en Suecia, Ílich.
 
- ¿Y por qué sordomudo?
 
- ¡Porque no sé hablar en sueco, copón! - gritó Vladímir.
 
- No das el pego de sueco, Ílich. Perdona que te lo diga, pero no pareces sueco ni de coña - dijo Radek, un bolchevique polaco que se hacía pasar por tipógrafo austriaco.
 
- Y además hay que cruzar Alemania - dijo otro - No esperes que los militaristas alemanes te dejen pasar, seas un sordomudo sueco o un cantante de ópera de Luxemburgo, ya que estamos. Ostras, andan de un paranoico que...
 
- ¿Y nosotros? - preguntó otro - ¿Qué pasa con nosotros, eh? ¿Acaso nos vamos a disfrazar todos de sordomudos suecos, o cómo? ¿Un grupo de sordomudos suecos que se dirige a Rusia para asistir a una convención de sordomudos? ¿En serio?
 
Vladímir gruñó algo ininteligible y se retiró a su cuartucho para meditar un nuevo plan en soledad. Sus camaradas, tomando café y pastas en una taberna junto al lago, estaban convencidos de que el gran líder pronto daría con la solución. Radek le dijo a Lermontov:
 
- Ya verás cómo al final acaba admitiendo que la mejor forma de llegar a Petrogrado es pidiéndoselo por favor a los hunos.
 
- Seguro - dijo Lermontov - A los alemanes les interesa. Les dices "guerra en dos frentes" y se les pone la cara blanca como un papel, ¿sabes?
 
- Ya, pero es curioso. Quiero decir, acuérdate de ese capitán o lo que fuera que habló con nosotros - dijo Radek -. Era la quintaesencia del militarismo, parecía que le habían metido una escoba por el ojete de lo tieso que andaba. Un ejemplo perfecto de la clase junker ultraconservadora terrateniente como no he visto otro, pero me estrechó la mano y me dijo: "Nosotros y vosotros podemos entendernos, en aras de un bien mayor".
 
- En aras de un bien mayor, ya te digo. No tienen ni puta idea - dijo Lermontov, riéndose.
 
- Aunque ese mismo capitán también habló con los mencheviques, creo - observó Radek, cargando su pipa y encogiéndose de hombros.
 
- El caso es que al final Ílich tendrá que bajarse los calzones.
 
- Hasta abajo del todo.
 
Así hablaban cuando Vladímir reapareció por fin, acompañado por su esposa Nadezhda Krúpskaia, Uliánov con su rostro tártaro lleno de temeraria determinación, Nadia con aspecto de querer estar en cualquier otra parte, preferiblemente en su cama, durmiendo.
 
- Ya lo tengo, camaradas - dijo Vladímir.
 
- Cuéntanos tu plan - dijeron - Te obedeceremos en todo, ya lo sabes.
 
- Alquilaremos un avión - dijo Vladímir, ufano.
 
Se hizo el silencio. No se oía ni una mosca, el silencio era tan espeso que se podía cortar con una bayoneta: una pared de silencio.
 
- ¿Alquilar un avión, camarada Lenin? - dijo al cabo Grigorii Zinóviev.
 
- Sí - dijo Vladímir, que empezaba a enfadarse otra vez.
 
- Pero si no tenemos un puto rublo - dijo Zinóviev -, ni mucho menos marcos suizos, Ílich.
 
- ¡Pues entonces lo robaremos! - estalló Vladímir - ¡Que os den por el culo, hatajo de pequeñoburgueses, hienas con cara de cerdo! ¡Traidores, ratas de cloaca! ¡No tenéis sangre corriendo por las venas, tenéis té flojo, malditos seáis! ¡Se acercan tiempos de fuego y de hierro pero aquí tengo a una pandilla de mentecatos preocupados por los tipos de cambio! ¡Ojalá os...!
 
- Habla con los alemanes, amorcito mío - dijo Nadia.
 
Vladímir dejó de vociferar, más que nada porque su rostro enrojecido empezaba a dar muestras de combustión espontánea.
 
- Sabes que es la única forma - dijo Radek recogiendo el testigo.
 
El gran líder se quedó pensando y mientras lo hacía, movía la mandíbula como un perro cuando sueña que caza.
 
- Putos alemanes - dijo Vladímir tras decidirse - Al final tendré que dejar que los putos alemanes me dejen el culo como un bebedero de patos.
 
Y de ese modo, guiados por el liderazgo inquebrantable de Vladímir Uliánov, los bolcheviques rusos fueron a la embajada alemana en Berna y le expusieron a las autoridades germanas su pretensión de acudir a Rusia para estar con sus familias y asistir como espectadores a uno de los momentos más significativos de la larga historia de su país, y tal. Y las autoridades germanas en Berna lo consultaron con sus superiores de Berlín, y recibieron el beneplácito de la cancillería del Reich, el Oberkommando des Heeres y el puto Káiser. ¡Magia! Y así es como Alemania puso un tren entero, un tren sellado y vigilado por tropas alemanas, a disposición de Vladímir, su esposa Nadezhda, treinta de sus más devotos seguidores y un niño pequeño llamado Robert.
 
(Por cierto, el tren era un vehículo de austero lujo prusiano adscrito al servicio del príncipe Friedich Wilhelm Victor August Ernst, hijo mayor de Guillermo II y futuro heredero de la dinastía Hohenzollern).
 
Los heroicos revolucionarios subieron al tren en la estación fronteriza alemana de Gottmadingen el 9 de abril de 1917, calendario gregoriano. Un compartimento entero del vagón de segunda clase se destinó a la ocupación exclusiva del matrimonio Uliánov, mientras el resto, cuya importancia en el esquema revolucionario de las cosas era ni que decir tiene mucho menor, se apiñó en un vagón de tercera clase. Los dos oficiales alemanes que les escoltaban, muy jodidos por tener que hacer de niñeras de unos rusos anarquistas piojosos en vez de tener el honor de combatir en el barro de Flandes, con sus capotes feldgrau y sus gorras cuarteleras con una cinta roja, trazaron una línea con una tiza como a mitad del vagón de tercera clase y les dijeron:
 
- De aquí para allá, zona rusa ¿ja? De allá para aquí, Deutsch zone.
 
- Yo soy neutral, camaradas alemanes - dijo Fritz Platten, un hombre caracterizado por la anomalía de ser suizo y bolchevique - ¿Podría cruzar esta tosca frontera ficticia imperialista?
 
- Y una mierda.
 
- Vale. Solo preguntaba.
 
El primer gran problema al que tuvo que enfrentarse el líder en lo que estaba destinado a ser un trayecto épico (un imperecedero mojón en la historia rusa y mundial) fue relativo al tabaco. Algunos bolcheviques fumaban y otros no. A Vladímir no le gustaba el olor a tabaco; y dado que su compartimento de segunda clase estaba pegado a la zona de tercera clase donde Karl Radek fumaba sus hediondas pipas, decretó que la única zona disponible para entregarse al pequeñoburgués vicio del tabaco era el único cuarto de baño con el que contaban. Lo que condujo a otro problema: cuando la follamiga de Vladímir, Inesse Armand, fue al cuarto de baño con la intención de hacer las cosas que se suelen hacer en los cuartos de baño, y encontró sentado en la taza a Grigorii Zinóviev fumando una de sus tagarninas ucranianas, se quejó amargamente al gran líder. Éste tomó una meditada decisión tras considerar todos los aspectos de la coyuntura, y usó un libro de visitas con el sello de la casa Hohenzollern que encontró debajo de un asiento para redactar una serie de Pases para Usar el Cuarto de Baño (PUCB), que estaban divididos en PUCB-1, pases de primera clase, y PUCB-2, pases de segunda clase, de los cuales los PUCB-1 otorgaban primacía a la hora de utilizar el cuarto de baño y correspondieron a los camaradas no fumadores de la expedición, mientras que los camaradas fumadores hubieron de contentarse con los PUCB-2. Y ocurrió también que Radek empezó a imitar al gran líder citando sus esclarecedoras puntualizaciones a la dialéctica hegeliana tal y como pueden leerse (con provecho) en la obra del gran líder Empirismo y empiriocriticismo (1905), lo que provocó las risas de Olga Ravich. Y como quiera que Olga Ravich era muy conocida en los círculos revolucionarios europeos de tinte marxista por sus carcajadas caballunas, el gran líder hubo de abandonar su puesto junto a Nadezhda, acudir a la zona de tercera clase y decir:
 
- Ya basta, me cago en todo. Que me tenéis hasta las pelotas.
 
Tras lo cual ordenó el exilio de Olga Ravich al rincón más alejado, justo ante la línea hecha con tiza por los oficiales alemanes, quienes estaban flipando mucho con aquella panda. El caso es que el tren sellado atravesaba la despoblada y famélica Alemania como "una inyección horrible llena hasta arriba de bacilos de la peste negra", metáfora que debemos a los libros divulgativos nazis. El 10 de abril, tras una larga noche que los bolcheviques pasaron dando palmas, bebiendo y contando chistes pese a las periódicas llamadas al orden de Nadezhda Krúpskaia (que era un poco tiquismiquis, para qué negarlo) el tren llegó a Stuttgart durante una movilización y todos vieron a una multitud de jovencísimos soldados con casco de hierro en forma de orinal atestando las calles (verlassen, eins, zwei, drei, rechte Ansicht). Y luego alcanzaron Frankfurt. Habían gastado todas sus provisiones y obtuvieron la venia de las autoridades de la ciudad para que el neutral Platten abandonara el tren y fuera a una tasca a pillar salchichas y cerveza.
 
- Oiga, camarada, ¿no podría prestarme algo? - le dijo Platten a uno de los escoltas - Estoy tieso, sabe usted.
 
- Mein Gott in himmel.
 
Y así entre unas cosas y otras (también hay que reseñar, se nos olvidaba,  el momento en el que el pequeño Robert empezó a cantar a grito pelado La Marsellesa, hasta que los alemanes dijeron iros a la tomar por culo, hostia puta ya,  como sigáis dejando que ese puto crío cante mierdas francesas os pegamos un tiro, ¿no sabéis que el gran Reich alemán está en guerra con Francia, putos gilipollas?) el tren llegó a la estación de Postdam, en Berlín. Por algún motivo las autoridades berlinesas consideraron apropiada la detención del tren sellado durante doce largas y tensas horas, cosa que encrespó los ánimos de los revolucionarios ya que se les había acabado la cerveza. Durante todo ese tiempo Vladímir, de pie y con los dedos índices metidos férreamente en las costuras de su astroso pantalón, a la manera de los abogados rusos, el rostro pétreo, la mandíbula en constante movimiento, miraba por la ventanilla, quizá cagándose en todo según su estilo. Pero el 12 de abril de 1917, calendario gregoriano, un jueves, los alemanes dieron por fin permiso para abandonar el tren. Vladímir y los suyos fueron escoltados por un ala de caballería ulana hasta la frontera con Trelleborg, en Suecia, frente al mar Báltico, lugar donde tomarían un ferry hasta Estocolmo.
 
- Confirmado: los rusos piojosos ya están fuera del Reich - le dijeron por teléfono al canciller alemán von Bethmann Hollweg mientras desayunaba té de ortigas.
 
- Bueno. A ver si nos sale bien la jugada.
 
¿Se podría decir que los suecos acogieron a los bacilos comunistas con entusiasmo desbordante, con toneladas de confeti, con desfiles y bandas de música y fuegos artificiales y alegría loca? Sí, se podría decir tal cosa si estuvieran leyendo una historia de la revolución escrita en la Unión Soviética durante la década de 1930, no este puto rollazo, pero tampoco es que los recibieran de malas. El alcalde de Estocolmo acudió a recibir a Vladímir, le estrechó la mano y le dijo cuatro zalamerías diplomáticas. Hasta acudió un camarógrafo para obtener algunas secuencias filmadas de Vladímir, con un gorro de piel de marta, gesticulante, andando de aquí para allá, dando un discurso frente a una delegación de obreros suecos que parecen bastante receptivos. Los socialistas suecos le ofrecieron un banquete.
 
- Camarada Lenin, son momentos gloriosos para la causa de la revolución - le dijeron a Vladímir los socialistas suecos.
 
- Sí, sí, camaradas - dijo Vladímir mientras masticaba la ternera.
 
- Sin embargo, todo debe hacerse sin derramamiento de sangre, ¿no es así, apreciado camarada Lenin? Es la hora de la concordia universal - dijeron los socialistas suecos - , las matanzas insensatas deben terminar. Tres largos años de guerra ya. ¿O son cuatro? El mundo está cansado de tanta lucha. Los estertores del sistema capitalista, a los que asistimos llenos de ilusión y esperanza, no deben culminar con una oleada de destrucción, ¿no lo cree usted, camarada Lenin? ¡No debe haber atrocidades en Rusia!
 
- Sí, claro, pásenme más de esa salsa, ¿cómo dicen que se llama? Está para chuparse los dedos - dijo Vladímir.
 
- Hemos de ser las gentiles comadronas de una nueva era, una era de paz y hermanamiento mundial - afirmaron los socialistas suecos, que quizá estuvieran un poco confundidos.
 
Un poco más tarde, Karl Radek recibió la visita de un tipo llamado Alexander Helphand, también conocido en ciertos círculos como Parvus, que era un industrial alemán con montones de dinero e ideas avanzadas; y cuyos tenebrosos tentáculos operaban en las sombras del siglo. Pues este Parvus igual te vendía cuatro toneladas de proyectiles de artillería adaptados para esparcir fosgeno como que te compraba la lealtad de los ministros turcos. Con el fin de apoyar a la causa, cualquier causa, la que fuera.
 
- ¿Tienes la pasta? - le dijo Radek a Parvus.
 
- Sí señor, cinco millones de marcos del Reich. ¿Se te ofrece algo más?
 
- Sí, claro que algo más. Al jefe no le vendría mal un traje nuevo. Joder, parece el hermano pordiosero de Rasputín. Y necesitamos información, información fidedigna. Esos suecos payasos no hacen más que hablarle de unicornios rosas y duendecillos del amor. Está a punto de estallar. ¿Qué cojones está pasando en Petrogrado?
 
Y Parvus/Helphand le explicó lo que sabía. La guerra zarista contra Alemania continuaba, pero ahora bajo la supervisión de una stavka coja sometida a las veleidades del Parlamento. Iba mal, la guerra: derrotas, deserciones en masa, retiradas, hambre, motines. La familia del zar y las garrapatas aristocráticas habían abandonado el escenario, pero andaban cabildeando tras la bambalinas. Los campesinos no estaban contentos, los obreros estaban en huelga, los soldados se dedicaban a colgar a los oficiales. Económicamente, Rusia era un muerto viviente a punto de enterrarse a sí mismo. Y en lo político el caos era tan caótico que ni Dios sabía lo que iba a pasar mañana. En resumen: un panorama de lo más terrorífico.
 
Radek asintió aparentemente complacido.
 
- Y ya que mencionabas a Rasputín - dijo Parvus - no sé si sabrás que se lo cargaron. Y dicen que le cortaron la polla.
 
- Caramba, pobre loco hijo de puta. Lo de que estaba en el infierno ya lo sabíamos, pero no lo de su aparato - dijo Radek - ¿Y qué hacen los nuestros? 
 
- Quietos en la mata. Kámenev en Petrogrado dice que hay que obedecer a la Duma de momento... está haciéndoles el juego a los mencheviques, o a lo mejor se ha vuelto menchevique. A saber. Y luego está ese georgiano, ese tal Vasili o no sé qué...
 
- ¿Te refieres a Iósiv? - dijo Radek, riéndose - ¿Ese tarambana que quiere que le llamen El Hombre de Acero? Menudo muerto de hambre. Al jefe se la suda lo que haga ese capullo.
 
- Bueno, así están las cosas. ¿Crees que tenéis alguna posibilidad?
 
Radek se dispuso a preparar su pipa, con calma y suma atención. Se subió los anteojos de ratón de biblioteca por el puente de la nariz, pues no paraban de resbalarle, y por fin dijo:
 
- ¿Es que no sabes lo que anda siempre diciendo el camarada Ílich? - y aquí imitó esa voz atiplada y chillona - Cuanto peor, mejor.
 
 
¡Aquí termina el capítulo piloto de la nueva serie Grandes momentos de la historia rusa contemporánea!
Próximamente llegarán los emocionantes capítulos Uliánov en PetrogradoBurgueses y chequistas y viceversa, Debemos y por lo tanto podemos, Gorki lo cuenta todo y Cthulhu vencedor.
¡Gracias por su tiempo, camaradas, y no olviden comprar en librerías y kioscos El método marxista-leninista para dejar de fumar!
 
 
 

lunes, 17 de noviembre de 2014

MI PEQUEÑO GALLINASAURIO

¿Les suena un sujeto llamado Jack Horner?

Hola amiguitos, soy Jack Horner. Tengo unos años ya, frontal descubierto,
dislexia, las bambas mal atadas y me siento encima de moñacos raros.
¿Han visto lo que sale del huevo? Pues me lo voy a comer.
Likes y shares por favor.

Es un paleontólogo de vertebrados norteamericano; al parecer fue el principal asesor científico del primer Jurassic Park de Spielberg; y además impulsó, junto con su archirrival Robert T. Bakker, lo que se conoce como Dinosaur Renaissance. Que es un cambio de paradigma, y tal. Antes de que Jack, Bob y otros amiguitos entraran en escena, los dinosaurios se consideraban criaturas antediluvianas simples, gordas, lentas, lerdas y de sangre fría. Pero ellos dijeron que no: que los dinosaurios en realidad eran criaturas antediluvianas complejas, esbeltas, rápidas, algunas quizá tan inteligentes como un cuervo, algunas quizá de sangre caliente. Seres maravillosos que cuidaban maternalmente de sus crías y que se convirtieron en pájaros, haciéndose inmortales gracias al poder de la selección natural. Esta revolucionaria (ehem) nueva visión de los dinosaurios convirtió a Horner en una superestrella en su campo: ahora mismo es el dinosaurólogo más famoso, más citado en publicaciones, más agasajado por los medios. Únicamente Paul Sereno, el descubridor de los cocodrilos mesozoicos imperiales gigantes, puede hacerle un poco de sombra mediática. Mientras tanto, los cientos de miles (o más) de paleontólogos de vertebrados chinos que están volviendo del revés nuestra concepción de la Infraclase Archosauromorpha hacen su vital trabajo en la sombra, tras el telón de bambú.
 
Aquí vemos un grabado que ilustra cómo veía la peña a los dinosaurios antes del cambio de paradigma.
Como pueden comprobar, se los retrataba como muy tontos del culo, animales payasos de mierda con narices graciosas.
Las ideas cambian, para peor.

Y ahora el bueno de Jack es noticia porque desde 2010, más o menos, le está dando vueltas a cierta idea. La idea es simple y al mismo tiempo curiosa. En pocas palabras: Jack Horner quiere resucitar un dinosaurio a partir de una gallina.
 
Horner y su sueño. Miren qué carica pone el colega.
Wired

Repetimos.

EL PUTO JACK HORNER QUIERE RESUCITAR UN  PUTO DINOSAURIO PARTIENDO DE UNA PUTA GALLINA.

 
Aunque pueda parecernos idiota curioso, el honor de las gallinas ha sido pisoteado vilmente en otros intentos
por resucitar a los dinosaurios. Esta ilustración pertenece a un artículo aparecido a principios del 2014 en la versión online de la Public Library Of Science, titulado "Walking Like Dinosaurs: Chickens with Artificial Tails Provide Clues about Non-Avian Theropod Locomotion," en el que sus autores intentaban reproducir la locomoción de un dinosaurio bípedo.
Para ello, colocaron un puto palo en el trasero de un pollico (aquí pueden verlo) y estudiaron la manera
en la que se movía el avergonzado animal. En efecto: la PLOS online es una inagotable fuente
de majaderías que todxs pueden disfrutar. ¡Loor a la PLOS online!
 

Cuando mi extremadamente friqui sobrino de doce años me comunicó esta información, lo primero que pensé es que a Jack Horner (que es curator del departamento de geología de la universidad de Montana: Montana tiene una universidad) se le había ido la pinza. Lo de obtener dinosaurios de gallinas está muy visto, de hecho hasta existen películas de un nivel abismal basadas en esa premisa (véase la saga Carnosaur de Roger Corman). Es decir, el camino grotesco que va de la gallina al dinosaurio ya ha sido recorrido, sirviendo como inspiración (junto con la ginebra) para películas donde los tiranosaurios se pelean con excavadoras y los seres humanos dan a luz reptiles extintos homicidas. De modo qué -pensé- ¿se ha hecho demasiado viejo el antes gran maestro Jack Horner y va por ahí soltando gilipolleces producto de la demencia senil? ¿Se cayó de la tarima tras dar una conferencia y los centros superiores de procesamiento de datos de su puta cabeza sufrieron una fuerte conmoción? ¿Acaso su mujer se largó con el entrenador de zumba fitness de un gimnasio de Montana y ahora al solitario y amargado Jack Horner le ha dado por emprender una tarea tan ridícula como imposible? ¿O es que fuma crack?

Quizá no, hermanitos y hermanitas. Investigando un poco uno se percata de que, a todas luces, Jack Horner no da muestras evidentes de insania. Puede ser que tenga ideas un poco excéntricas y sea propenso a vestir camisas nada favorecedoras, pero loco no está. Habla en serio. Su idea en realidad es brillante. Que pueda conseguirse algún día es otro cantar, pero la base parece más firme de lo que se podría pensar. Y es que parece demostrado, hasta donde llegan nuestros limitados conocimientos, que el Orden Aves no es más que una rama de la frondosa enredadera biológica que otrora incluyó a los dinosaurios.  Eso significa que muchos genes de pájaros, por ejemplo gallinas, fueron en su momento genes de dinosaurio. Deténganse un momento a pensarlo, si son tan amables. Las gallinas tienen genes que antes eran genes de velocirraptor. Es más que probable que las gallinas tengan muchos genes en común con extintos dinosaurios carnívoros, bípedos, de tamaño pequeño, ritmo metabólico alto y a lo mejor tendencia a picotear. Hostia puta, ¿se lo imaginan? ¿Se imaginan a dinosaurios posados en ramas, con crestas de color rojo brillante, cacareando en un amanecer del cretácico? ¡La ciencia es la mejor droga alucinógena, hermanitas y hermanitos!

Lo que quiere hacer Jack Horner es estudiar el genoma de las gallinas y localizar y reactivar los genes que comparten con sus antepasados reptilianos. Han de saber que el genoma de los Gallus gallus o gallinas domésticas de toda la vida fue secuenciado en el año 2004. Pueden verlo y regodearse en su fría belleza aquí. Resulta que el genoma de gallina fue el primer genoma de ave en ser completamente secuenciado, quizá debido al hecho de que las gallinas son un importante activo económico. Y hay muchas, están a mano. Y su crianza es muy barata. Es más fácil secuenciar a las gallinas que a los avestruces o los casuarios o cualquier otro pájaro no volador (que se cree que son los más primitivos), o a los hoatzines (no sé si el plural es correcto). Los hoatzines son unos extraños seres voladores sudamericanos con muchos e intrigantes rasgos posiblemente atávicos y podrían resultar un buena opción para rebuscar genes de dinosaurio, pero no hay ganas ni plata para secuenciar su genoma. Hay prioridades en este mundo. Y desde luego, si queremos jugar a ser Dios y trastear con el código de la vida, mejor es hacerlo con gallinas y no con casuarios, que te pueden destripar si les da un pronto.
 
Tres hoatzines (Opisthocomus hoazin) cotorreando.
Dato 1: tienen garras en las alas.
Dato 2: los hoatzines fermentan la comida como las vacas,
y huelen a mierda pura a varios metros de distancia
(por eso en Venezuela se les llama pavas hediondas).
Dato 3: qué cucos que son los cabrones.
Reddit

Esbocemos el panorama. Si conocemos el gen (o quizá la jerarquía de genes) que regula la aparición en el embrión de gallina de la estructura ósea y muscular de las alas, podemos suponer que ese mismo gen (o genes), o genes con una secuencia muy similar, regulaban el desarrollo embrionario de extremidades dotadas de largas garras y uñas en los dinosaurios avianos. Si miran los huesos del ala de una gallina y lo comparan con los huesos de la extremidad delantera de pongamos por caso un Dromeosaurus del jurásico, verán que en su mayor parte se trata de la misma mierda, pero dispuesta de distinta manera en uno y otro animal. En el dromeosaurio esos huesos son alargados y están separados para conformar una pata delantera rematada por una mano con garras. En la gallina esos huesos están muy fusionados y se configuran para dar soporte al ala. Aplicando ingeniería genética y desechando muchas generaciones de gallinas modificadas, podría suceder una reversión: un embrión de gallina con brazos de dinosaurio.


Esqueleto de gallina. Los huesos del ala están plegados.
Obtenido de una interesante web llena de esqueletos de gallinas.

Esqueleto de dromeosaurio.
Universidad de Berkeley
 

Hay que joderse.

Lo curioso (y un poco escalofriante también) es que mamá Natura ha dado ciertos pasos por esa senda, aunque en este caso involucrando otro rasgo que las gallinas perdieron durante su evolución. ¡Y es que a veces crecen dientecitos cónicos como de cocodrilo en los piquitos de los pollitos! Son pollos con una mutación en el gen talpin2 (que es diferente al gen que dirige el nacimiento y crecimiento de los dientes en mamíferos) y por lo visto la mayoría de los embriones mutantes dentados no superan los doce días de existencia en este mundo cruel. Los expertos dicen que para conseguir que  las gallinas sobrevivieran con dientes en sus picos quizá sería necesario acudir a la transgénesis: intercambiar el gen talpin2-dientes-no de las gallinas por el talpin2-dientes-sí de un reptil, quizá un tuátara, o un dragón de Komodo, o un aligátor de Florida. ¿Gallinas con colmillos de cobra? ¿Por qué hostias no?
 
Para ilustrar la sección de las gallinas mutantes con piños
hemos acudido a una película para críos con gallinas de plastilina
en la Inglaterra de los años cincuenta.
¿Se acuerdan de esa reputísima mierda?

El caso es que Jack Horner se ha confabulado con los tipos que trastearon con los dientes de gallina y predice que en 5-10-15 años de heroicos, costosos y blasfemos esfuerzos mostrará a un mundo asombrado su gran sueño hecho carne: el gallinosaurio viviente. El colega es optimista, aunque también cauto. Dice que revertir dientes y brazos será sencillo si lo comparamos con la gran hazaña: la reaparición de la cola. Ni las gallinas ni ningún otro pájaro ha conservado la larga y elegante cola que tenían los dinosaurios. En los pájaros de hoy no existe el bello, lagartijil conjunto arquitectónico de huesos, músculos, tendones y escamas que los dinosaurios lucían orgullosamente antaño detrás de sus culos. Durante el desarrollo embrionario de las aves aparece en los primeros estadios una pequeña cola, es cierto, pero se reabsorbe al madurar el pollo, quedando una especie de feo mazacote de hueso denominado pigóstilo. Además el pigóstilo es una estructura funcional, esto es, a los pájaros les sirve para algo. No es un remate vestigial del que puedan prescindir. Horner y su equipo multidisciplinar de aprendices de Frankenstein de genetistas, expertos en biología evolutiva, paleontólogos, y médicos van catalogando conjuntos complejos de mutaciones que resultan en lo que podríamos denominar con bastante buen talante "proto-colas". Su objetivo final es hallar la receta para las colas en el confuso y caótico libro de cocina fenotípica aviar y una vez hallada, hacerla viable en gallinas. Por cierto que Jack y sus cuates están vendiendo la idea de que su investigación puede derivar en hallazgos para mejorar la salud humana (es una buena excusa cuando pides dinero, desde luego mucho mejor que decir: "Voy a criar un dinosaurio-gallina, es algo que me apetece, ¿podrían soltar algo de pasta para conseguirlo, caballero, señorita?"). De la movida de los dientes se han sacado de la manga posibles avances en la lucha contra ciertos sarcomas... sobre lo de las colas quizá hayan dicho a los patrocinadores que gracias al estudio de su desarrollo embrionario se podrían paliar los problemas de espalda de las gallinas ponedoras o vaya usted a saber.
 
Las aves acuáticas del cretácico, como el arriba representado Gansus yumenensis chino,
ya habían perdido la cola larga de sus ancestros reptiles, pero conservaban los píños.
El pigóstilo es la estructura agusanada situada en la zona trasera.
ATENCIÓN: Gansus yumenensis NO era un ganso, así que no jodamos.
Peleofreak

Pero hay aspectos éticamente sombríos en esta por lo demás luminosa y locuela historia. El escepticismo (seguido de cerca por el pitorreo) cunde entre la comunidad científica, los medios de comunicación y los ciudadanos. Y lo peor es que algunos de los propios colaboradores de Jack Horner no se han cortado a la hora de expresar sus dudas abiertamente. Como por ejemplo el doctor Matthew Harris. Harris dirige un laboratorio de investigación genética puntera (todas las investigaciones son punteras, amigos, del mismo modo que todas las sequías son pertinaces y todos los marcos son excepcionales) en la escuela de medicina de la universidad de Harvard. Desempeñó un importante papel en lo de los dientes de gallo chico y de un tiempo a esta parte se ha convertido en una autoridad mundial en el fascinante tema de las colas embrionarias mutantes de pajarracos. Debe resultar un grato conversador en las charlas de sobremesa. Pero resulta que Harris opina que el gallinosaurio hornesiano, de conseguirse su aparición en la biosfera terrestre, resultaría una criatura anormal, monstruosa, desgraciada y maldita por Darwin. Sus escrúpulos se centran en el hecho de que si se saca del matraz de los brujos, mediante técnicas de ingeniería genética y cría selectiva, una gallina con zarpas, dientes y cola, no se obtendría un dinosaurio. No. Se obtendría una puta gallina con zarpas, dientes y cola. Un horror emplumado y contrahecho que se burlaría del orden natural y divino. Y bajo esta capa de disgusto es como si Harris se gritara a sí mismo una pregunta todavía más fundamental: ¿para qué cojones estamos haciendo esto?
 
Probable osamenta de un gallinosaurio si tal cosa existiera o existiese.
Por Phil Wilson para el Washington Post.

Al parecer, a Jack Horner se la suda lo que piensen el doctor Matthew Harris y la madre que lo parió.
 
Jack Horner escribe libros serios con portadas graciosas.
Éste, donde habla del gallinasaurio, va bien para desengrasar
después de La verdad sobre el caso de Harry Potter.
Amazon

Por si les interesa, estoy con Horner. Quiero que su demente ocurrencia tenga éxito. Quiero ver correteando por ahí al Gallusisaurus hornerii. Quiero comprar uno a mis hijos, o dos, o todo un gallinosaurionero;  quiero que se suba a mi hombro cuando vengan visitas, para que pueda picotear (o morder) mis orejas. Quiero enseñarle a hablar, a decir cosas como "¡Podemos!" o "¡Dame más vodka, cantinero!". Aunque sé que eso será complicado, porque no tengo noticia de ninguna gallina que sepa imitar la voz humana.

De todas formas, Dios mató a los dinosaurios por alguna razón... ¡quizá sería mejor dejar que esos hijoputas sigan muertos!