lunes, 7 de septiembre de 2015

LES ROBARON LAS CABEZAS

Robar las cabezas muertas de gente famosa muerta no es una práctica muy habitual, pero se hace. Por una serie de motivos. Los más frecuentes al parecer son:

a) contribuir al avance del conocimiento científico

b) hacer un ritual satánico de magia negra vudu-vudu

c) tener la cabeza muerta de un famoso muerto en tu casa, en plan recuerdo, trofeo o algo así.

¡A continuación, ni uno, ni dos, ni tres, ni cuatro, sino hasta cinco ejemplos de eso mismo!

La cabeza de Friedich Wilhelm Murnau

Es que a veces me distraigo un poco. He he he he.

Es el ejemplo más reciente de robo de cabeza de famoso, y se produjo entre el cuatro y el doce de julio de 2015 según los investigadores. Murnau era un director de cine de origen teutón célebre que te cagas por haber dirigido Nosferatu en su locuela mediana edad. Murió en 1931 y le enterraron en un cementerio de Stahnsdorf, con la familia, aunque la palmó en California. La investigación sobre el robo no ha terminado. La cabeza (para qué engañarnos, a estas alturas, la calavera) no se ha encontrado. Los oficiales de la policía de Stahnsdorf que llevan el tema han comentado a la prensa que puede que el robo se produjera en el contexto de un ritual ocultista, ya que se han hallado gotas de cera de vela en la tumba y en sus inmediaciones. La posibilidad de que los ladrones de cráneos usaran la cabeza para echar un partido de fútbol mientras celebraban el cumpleaños de uno de ellos ha sido por lo visto desechada.

La cabeza de Margarethe Zelle, aka Mata Hari

Aquí no es que robaran la cabeza exactamente, sino que se extravió, dando un significado literal a la expresión ha perdido la cabeza.

He he he he.

La señora Zelle fue una bailarina exótica y cortesana muy bien relacionada y de gran popularidad durante los inicios del siglo veinte. Cuando estalló la guerra mundial, la primera de ellas, por algún motivo fue acusada por los franceses de espiar para Alemania. De modo que fue arrestada en París y sometida a un juicio militar y el 15 de octubre de 1917 doce tíos de uniforme le dispararon con fusiles Lebel modelo 1888 mientras ella aguardaba atada a un poste frente a una pared. Por cierto, la señora Zelle tuvo la oportunidad de que le taparan los ojos con una cinta negra pero rehusó esa cortesía. Murió a los cuarenta y un años a resultas del fusilamiento. Dado su estatus de celebridad infame, los franceses decidieron que no estaban obligados a entregar los restos mortales de la señora Zelle a su familia para que dispusieran de ellos decentemente. En lugar de eso, le practicaron una autopsia pública, diseccionaron su cuerpo y cubrieron los trozos con cera para conservarlos y mandaron la cabeza al Museo de Anatomía de París. Allí la cabeza se expuso con otras muchas cabezas (por lo general, guillotinadas) de celebridades infames en el lugar del museo dedicado a esos menesteres. La galería de cabezas tuvo mucho éxito y atraía al museo a verdaderas multitudes de familias y grupos escolares, pero con el paso del tiempo el atractivo de la exhibición fue disminuyendo y al final era como si los responsables del museo se avergonzaran un poco de tener cabezas decapitadas acumulando polvo por ahí. El caso es que cuando en el año 2000 el director del museo que por aquel entonces no sabemos quién diantres era decidió hacer un inventario de las colecciones, incluyendo los fragmentos corporales de criminales y espías, salió a la luz el hecho lamentable de que la cabeza encerada de Mata Hari había desaparecido sin dejar rastro. No se sabe si se perdió en algún traslado o si alguien la mangó. Un misterio misterioso más en la misteriosa vida de una mujer misteriosa.

La cabeza de Goyaalé 

Este extraño término es una palabra del idioma chiricahua que significa "el que bosteza", y es el nombre verdadero del integrante de la tribu Bendoke de los apaches que la Historia ha dado en llamar Gerónimo. 

Para bostezos los que me entran viendo Bailando con lobos.
He he he he. He.

Gerónimo tuvo un papel protagonista como líder espiritual y estratega militar durante las guerras apaches contra norteamericanos y mejicanos del siglo diecinueve. El conflicto comenzó cuando Gerónimo volvió a su casa tras pasar un tiempo fuera y se encontró con que su esposa, sus hijos y otros familiares directos habían sido masacrados y quemados por unos mejicanos. Las guerras apaches duraron treinta años. Al final Gerónimo firmó un tratado de paz, fue hecho prisionero por el ejército norteamericano, luego vivió unos años en St. Louis para finalmente morir en 1909 de una pulmonía. Fue enterrado en Fort Sill, Oklahoma. Ahora empieza lo raro. En 1918, seis miembros de la sociedad secreta entre comillas Skull and Bones (asociada a la universidad de Yale) fueron destinados a Fort Sill como parte de su servicio militar voluntario. Y supuestamente una vez allí abrieron la tumba de Gerónimo y se llevaron la cabeza y puede que dos tibias. Esa cabeza y esas tibias del jefe apache acabaron supuestamente decorando la pared de un local llamado La Tumba, nombre muy apropiado, la verdad, que era donde los miembros de la Skull and Bones celebraban sus guateques masónicos y que estaba en los terrenos de la universidad de Yale. Decimos "supuestamente" porque los relaciones públicas de la sociedad Skull and Bones siempre han negado el robo de la cabeza de Gerónimo, y además varios historiadores aficionados de Fort Sill han afirmado que la tumba de Goyaalé jamás fue profanada. Ni visitada. Ni nada. Es interesante ahora llamar la atención de los lectores sobre un detalle en particular. Uno de los supuestos muchachos de la pandilla de pijos profanadores de tumbas era un señor llamado Prescott Bush. El señor Prescott Bush es el padre de George W. Bush y el abuelo de George W. Bush junior. Estos dos últimos señores fueron supuestamente presidentes de los Estados Unidos. Quizá gracias a los poderes mágicos de la calavera de Gerónimo. En 2009, cumplidos cien años de la muerte del inmortal guerrero indio, los descendientes de Gerónimo interpusieron una demanda contra la universidad de Yale y la sociedad Skull and Bones que no prosperó. El destino final de la cabeza de El Que Bosteza sigue siendo incierto.

La cabeza de Ludwig van Beethoven

Diablos, todo el mundo sabe quién fue este caballero. Nos centraremos pues en las macabras peripecias que protagonizó su calavera una vez su genial propietario subió a los cielos o bajó a los infiernos o se quedó a medio camino.

No es para tanto, Miley Cyrus ha perdido la cabeza también
y todavía no está muerta.
Hehehehehe

Aunque murió en 1827, en 1863 los médicos reabrieron su última morada porque no se sabía la causa de la muerte de ese tesoro nacional alemán y había que descubrirla para que ese dato figurara en las enciclopedias. También se quería hacer un molde de la cabezota para que un afamado artista de los alrededores esculpiera un busto adecuadamente espectacular. El caso es que a la reapertura de la tumba acudió uno de los amigos de juventud del compositor, un tal Herr Gerhard von Breuning. Von Breuning era el responsable de trasladar la cabeza de su amigo desde el cementerio hasta el estudio del escultor, y se cree que aprovechó la coyuntura para escamotear algunos pedazos de la parte posterior del cráneo muerto y agusanado. ¿Por qué lo hizo? ¿Admiración? ¿Fetichismo necrófilo? No. Lo hizo por pasta gansa. Von Breuning vendió las reliquias a Herr Doktor Romeo Seligmann. ¿Por qué compró eso Herr Romeo? ¿Admiración? ¿Fetichismo necrófilo? Eso es más difícil de contestar y probablemente no lo sepamos hasta que no se construya una máquina para viajar al pasado y una máquina para leer pensamientos. Hasta ese día, nos contentaremos con relatar hechos no muy probados, la verdad. Que son estos: los trozos de calavera se quedaron en la familia Seligmann y fueron pasando a manos de sucesivos patriarcas Seligmann por medio de testamentos y herencias. Con el tiempo la naturaleza de esos huesecillos se volvió oscura para los Seligmann, se podría decir que se convirtieron en una especie de leyenda familiar. Mientras tanto la robustez del clan Seligmann degeneraba lentamente debido a la maldición de la calavera de Ludwig van. En 1990, cuando a nadie le importaba un pito la calavera de Beethoven y menos a los Seligmann, un hombre residente en California llamado Paul Kauffmann se enteró de que un tío lejano suyo se había ido al otro barrio y que por cierto le había legado por herencia una misteriosa cajita. Ese tío lejano era uno de los últimos Seligmann de pura cepa y la caja contenía una colección de extraños objetos con aspecto de trozos de hueso. Intrigado por aquello, Kauffmann preguntó a otros familiares Seligmann sobre los huesos y así tuvo conocimiento de los susurrados rumores, los velados comentarios y las insólitas afirmaciones que los vinculaban con la figura del gran compositor de sinfonías sordo. Espoleado por estas noticias, Kauffmann envió los huesos a un laboratorio que por cosas de la vida tenía almacenados varios pelos de la cabellera del músico y solicitó un análisis de ADN. ¡Y de ese modo Beethoven volvió a emocionar a la opinión pública mundial!

La cabeza del Marqués de Sade

El nombre que usaba el Marqués de Sade cuando firmaba un cheque era Donatien Alphonse François (marqués de Sade), pero lo de Marqués con mayúscula tenía mucha más pegada.

Una vez el noble ese me tiró los tejos, pero
yo no me enrollo con tiparracos que reniegan de Nuestro Señor.
Amé he he he n.

Este aristócrata, escritor, ensayista y criminal varias veces encarcelado del siglo dieciocho es tan, tan famoso que ha dado origen a un sustantivo y un adjetivo: sadismosádico, respectivamente. Y el adjetivo se usa muchísimo, mucho más que, por ejemplo, kafkiano. ¿Qué cosas escribía? Principalmente tratados filosóficos un poco espesos, artículos periodísticos y panfletos a favor y en contra de la Revolución Francesa, aunque también se le atribuyen una serie de novelas donde predominan el sexo prematrimonial, la violación, la coprofilia, el incesto, la sodomía, la necrofilia, la piromanía, el canibalismo, la pedofilia, la enucleación violenta de los globos oculares, la castración forzada, la tortura, el homicidio, el ateísmo, el materialismo y las parrafadas interminables y auto justificativas estilo Ayn Rand. Unas novelas cuya lectura haría que los fans de 50 sombras de Grey se arrancaran los ojos y aullaran a la luna presos del horror absoluto y que son muy leídas y admiradas incluso en  nuestros tiempos. Mucho más leídas que su tratado sobre la democracia popular. En fin, de Sade acabó en un asilo mental en Charenton, Francia, Europa, porque al parecer no era de los que se contentaban con mantener sus viciosos y violentos deseos sexuales en el terreno de la fantasía (y por eso Apollinaire dijo que el Marqués fue el espíritu más libre que jamás ha existido). De hecho, tuvo suerte, ya que estuvieron a punto de acortar su estatura por medio de la guillotina. En ese manicomio el capo di tutti capi era su director médico, el doctor L. J. Ramon (hemos indagado someramente en internet con el objetivo de saber a qué nombres en concreto corresponden esas iniciales, pero no ha sonado la flauta). L. J. era adepto a la frenología, un conjunto de ocurrencias sobre la frente, el cerebro y la personalidad de los seres humanos que en su época tenía categoría de ciencia y en la nuestra tiene categoría de chorrada. El caso es que L. J. coleccionaba cráneos, y los obtenía mayoritariamente de los internos de la institución caritativa que supervisaba. Está claro que estaba muy interesado en la cabeza del Marqués de Sade, porque cuando éste murió en 1814 ignoró sus últimas voluntades (redactadas y firmadas ante testigos) y en vez de enviar sus restos a Malmaison, donde había nacido y vivido algunos años el notorio libertino chiflado, hizo que les dieran sepultura cerquita del manicomio. Para ello recurrió al viejo truco de declarar nulo el testamento del Marqués alegando que al colega se le iba la olla, ¿acaso no la había espichado encerrado en una casa de locos? Y así, cuando poco después unos obreros iniciaron la renovación del cementerio de Charenton dejando a la vista ataúdes abiertos ocupados por cadáveres putrefactos que atrajeron a mucho público y a los pájaros carroñeros y a los perros, L. J. elevó al ayuntamiento una petición en la que solicitaba que se le entregase la cabeza del Marqués de Sade por motivos de investigación científica. Cosa que se le concedió amablemente. L. J. estudió los secretos de la mente de  Donatien siguiendo los principios de la frenología: midiendo los bultos y las rugosidades de su calavera. Sus conclusiones (similares a las que habría obtenido atisbando en el interior de una bola de cristal) se resumen en su famosa aseveración de que, científicamente hablando, de Sade no era muy distinto de un sacerdote cualquiera. Bueno. A lo mejor estaba troleando. Sigamos con la historia. Cuando L. J. murió su colección de cráneos, incluyendo el del Marqués, pasó a manos de Johann Spurzheim, otro frenólogo. Spurzheim mantuvo la cabeza consigo hasta su propia muerte, mirando por la noche las negras y vacías órbitas y volviéndose tarumba poco a poco. Luego la cabeza desapareció del radar. Quizá fue por culpa de una empresa de mudanzas incompetente. O quizá espeluznantes demonios la reclamaron y se la llevaron con ellos a los abismos estigios. Hay quien dice que uno de los cráneos no identificados que se conservan en el Museo del Hombre de París, muy cerca por cierto de la bruñida y sonriente calavera del insigne filósofo René Descartes (que también pasó muchos años desaparecida), es realmente la del Marqués de Sade. Quién sabe. La verdad, que le den a ese mamón y a su puta cabeza.

Y eso es todo, pacientes lectores pre-muertos. Disfruten de la vida y hasta otra ocasión.

Voy a comerme el alma del gilipollas que ha escrito esta mierda
por apropiación indebida del copyright.
He.