viernes, 21 de marzo de 2014

GTC: GRAN TOSTÓN CUÁNTICO

Como saben, en 1935 Erwin Schrödinger , que estaba hasta la polla de las chorradas que decían sus colegas sobre el espinoso asunto del colapso de la función de onda de las partículas, imaginó un Gedankenexperiment (1) para mostrar lo absurdo que era todo.
 
El Gedankenexperiment tiene que ver con un gato metido en una caja, y ha pasado a la posteridad con el nombre de
 
 
EL PUTO GATO DE SCHRÖDINGER
 
 
¡Me cago en vuestros muertos!





Tenemos un gato metido en una caja, y en la caja hay un frasco de veneno, y el frasco de veneno está unido a un martillo, y el martillo está conectado a un vial, y el vial está conectado a un recipiente con un material radiactivo.
 
¿Cómo se llama el gato? Eso no lo sabemos: pongamos que se llama Señor Bigotes.
 
El material radiactivo está compuesto por átomos radiactivos. Los átomos radiactivos suelen mostrar una actividad llamada decaimiento radiactivo, que consiste en que de vez en cuando un átomo del material emite neutrones y va y se desintegra, convirtiéndose en un átomo distinto. Así es.
 
Como quiera que los átomos son cosas pequeñas, y dado que las cosas pequeñas siguen las leyes abracadabrantes de la física de cuantos, el hecho de que un átomo radiactivo decaiga es arbitrario.
 
Bien: Erwin, para hacer su argumento más escueto y comprensible, adujo que el material radiactivo de la caja tiene una tasa de decaimiento de un átomo por hora. Esto significa que en el trascurso de una hora un átomo de la caja emitirá neutrones y decaerá, o no. Recordemos que el hecho de que se produzca el decaimiento depende del azar:
 
a) Si decae, los neutrones emitidos activan un sistema que hace que el martillo se mueva; el martillo golpea el frasco de veneno, el frasco de veneno se rompe, el veneno se libera, el Señor Bigotes muere.
 
b) Si no decae, no se mueve el martillo, y el Señor Bigotes dice miau.
 
Ahora Erwin se imagina a sí mismo fuera de la caja cerrada con el Señor Bigotes dentro de ella, observando la caja con gran interés. Por lo que yo sé -dice Erwin-, el gato de esta caja puede estar vivo o muerto. De hecho -continúa- según las matemáticas empleadas en la descripción del decaimiento, desarrolladas por mí mismo y por mis colegas, que son gente por lo general con caras muy peculiares y delgados de complexión, el sistema debe describirse como una superposición de estados: el estado en el que decae un átomo, <, y el estado en que no se produce decaimiento, >: < + >. Este estado superpuesto de posibilidades se puede describir efectivamente como una larga ecuación con operadores hamiltonianos y otras idas de olla esotéricas, ecuación que se conoce como función de onda. Y dado que la función de onda está conectada de una manera muy literal con el destino del Señor Bigotes, el estado del Señor Bigotes dentro de la caja también se puede describir con toda formalidad como una superposición de estados: muerto (M) y vivo (V), M+V.
 
Si se produce < tenemos M, si se produce > tenemos V.
 
Entonces, dice Erwin Schrödinger (que era un excelente alpinista y sabía tocar muy bien el violín), para saber realmente si el Señor Bigotes está M o V, tengo que hacer una medida. Por medida, en este caso, se entiende abrir la caja y mirar en su interior. Esto es analogía de lo que se conoce como "medida" en la mecánica cuántica: emplear la observación para "colapsar" el grado de superposición de un estado cuántico equivale a mirar dentro de la caja para "colapsar" el estado del gato en su interior: "colapso de la función de onda". Piensen en un electrón partícula ondeando en un átomo: hasta que no lo observamos, su estado es una etérea nube de probabilidad que viene dada por su función de onda. Cuando lo medimos, decimos: ajá, el puto electrón está aquí.
 
Para Erwin, el hecho de que no haya forma de saber si el Señor Bigotes está vivo o muerto hasta que no se abra la puta caja, y su corolario, el hecho de que hasta que no se abra la puta caja el estado de salud y el alma del Señor Bigotes se defina como la superposición del Señor Bigotes vivo + el Señor Bigotes muerto, conduce a una reducción al absurdo: maldita sea, en el mundo real, macroscópico, fijo y newtoniano, siempre sabemos si un gato está vivo o muerto. Hostia puta ya. De modo que todo el asunto del colapso de la función de onda le huele a chamusquina a nuestro Erwin. En otras palabras, Erwin se encontraba incómodo con el tema de que las partículas subatómicas existieran de alguna forma como entidades probabilistas puras hasta el momento en que alguien o algo las observa (lo que constituye el núcleo teórico de una de las escuelas de la mecánica cuántica llamada Interpretación de Copenhague).
 
Hubo gente que propuso alternativas a la Interpretación de Copenhague. Si hay algo en esta historia son alternativas. Un tipo llamado Hugh Everett, III, por ejemplo, lanzó la idea (en su tesis doctoral) de que en realidad, cada vez que se realiza una medida, el universo se escinde en dos universos diferentes por lo menos. En uno de ellos se produce un resultado, y en el otro, el otro resultado. Esta Interpretación de los Muchos Universos aplicada al dilema de la caja gatuna nos diría que cuando se abre la caja el universo se divide en dos universos, el universo 1 y el universo 2. En el universo 1 Erwin 1 abre la caja y se encuentra al Señor Bigotes 1 vivo, por ejemplo. Y en el universo 2, naturalmente, Erwin 2 abre la caja y ve que el pobre Señor Bigotes 2 está fiambre. Pensando de esta forma se consigue algo que complace a los físicos: se conserva el determinismo. El azar queda abolido. Todos los resultados se producen, por lo que en el fondo no hay aleatoriedad. Lo malo de esta escuela de pensamiento cuántico es que es bastante jodido demostrar toda esa mierda de universos múltiples experimentalmente. Por no decir que es imposible sin un portal transdimensional de Yog Sothoth.
 
¿Con cuál interpretación se quedan? ¿Qué escuela les atrae más? Se la trae floja todo esto, ¿verdad?
 
Por cierto, un tipo gracioso llamado Eugene Wigner propuso una adenda al Gedankenexperiment de la caja. Con esto acabamos.
 
Wigner dijo: supongamos que en vez de ser Erwin el que se encarga de abrir la caja lo hago yo, Eugene Wigner. Soy un tipo al que le gustan mucho los gatos. De modo que si abro la caja y encuentro al Señor Bigotes vivo, me alegraré mucho. Pero si lo hallo envenenado e inerte, oh, qué triste me pondré. Y supongamos que Erwin está mirándome por la ventana del laboratorio, tomando notas.
 
Todo esto puede describirse en términos de superposición de estados, por supuesto. Si A es alegre y T es triste, el sistema es tal que así (siempre y cuando no se haya abierto la caja):
 
a) Para el material radiactivo: < + >
b) Para el Señor Bigotes: M + V
c) Para Eugene Wigner: A + T
 
Por lo tanto, para Erwin, mientras no se realice una medida, el Señor Bigotes está muerto y vivo a la vez y Eugene Wigner está triste y contento al mismo tiempo. Dado que sentirse alegre o triste son, cuando menos, estados absolutos macroscópicos, el absurdo cabalga al absurdo. Y puede ampliarse la absurdez hasta donde queramos: Wigner tendrá arañazos en los ojos y no tendrá arañazos en los ojos al mismo tiempo, Wigner y Schrödinger se irán de copas y no se irán de copas a la vez, etcétera. Ante semejantes boludeces el sentido común se sonroja.
 
Lo mejor de toda esta puta mierda es que el mundo recuerda el experimento del gato en caja como una especie de ilustración Disney de las rarezas de la mecánica cuántica, cuando lo que en realidad quería decir Schrödinger es que hay algo que falla en los mismos cimientos de la interpretación de Copenhague. Es un poco como lo que pasó a sir Fred Hoyle: fue el tipo que se inventó el término Big Bang para ridiculizar la idea de que el universo tuvo un comienzo en el tiempo a partir de un huevo cósmico diminuto... y vio cómo su chiste se convertía en el nombre oficial de la teoría que detestaba. El mundo de la ciencia está lleno de tonterías de este estilo. Por otra parte, el mundo de los taxistas y el de los notarios también, y ellos no meten gatitos en cajas.
 
¡GTC!
 
 
 
 
 
 

 

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 (1) "Experimento mental" en orco.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

 
 


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