martes, 11 de junio de 2013

LOS 3 PTEROSAURIOS MÁS GROTESCOS DE LA HISTORIA

Los pterosaurios (la "p" es muda) fueron un grupo de reptiles voladores que surcaron los cielos hace un porrón de años, cuando los dinosaurios dominaban la Tierra. Tuvieron mucho éxito, y el Creador hizo muchos de ellos, de muchas y variadas formas, toda una gama de tamaños y con diferentes e insólitos hábitos. Cualquier crío friqui provisto de conexión a internet os lo podría contar, pero su nombre proviene del griego πτερόσαυρος, y como la mayoría de los nombres científicos, se limita a decir lo que eran: reptiles con alas. Nada más, nada menos. En el caso de los pterosaurios, el ala, se supone que del estilo membranoso del ala de los murciélagos, colgaba como una especie de vela de tejido de una cuarta falange de las manos que se ha hecho muy, muy larga. Esto los diferencia de las aves, cuyas alas están sujetas por el brazo entero, y los murciélagos, cuya membrana está sostenida por tres falanges. Todo un ejemplo de manual de evolución convergente en el que la selección natural hace lo que puede con lo que tiene, llegando al mismo sitio (animales que vuelan) usando caminos diferentes.
 
Osteología alar de diferentes huesos para el caldo
Fuente: Pablo Varela

 

 
Desde que los primeros restos fósiles de estas extrañas criaturas fueran descubiertos en canteras alemanas del siglo XVIII, y desde que Georges Cuvier desentrañara su filiación con la extensa familia de los reptiles, los pterosaurios han capturado la imaginación de incontables personas que no tenían otra cosa mejor que hacer que estudiar piedras viejas con formas raras parecidas a huesos. Y después de más de 200 años de trabajo meticuloso con martillo y cincel, investigación, publicaciones soporíferas con diagramas y documentales de la tele con reconstrucciones molonas que ponen los pelos como escarpias a los eruditos, se puede decir que conocemos muchos tipos diferentes de pterosaurio. Algunos eran pequeños, otros grandes y otros enormes. Podemos inferir cómo volaban. Podemos imaginar cómo se las apañaban en tierra. Podemos deducir por medio de complicadas analogías cosas como su dieta, sus hábitos reproductivos, el aspecto de sus cuerpos cuando vivían, incluso podemos sacar moldes de su caja craneal y especular sobre su inteligencia (por lo visto, no tenían mucha inteligencia emocional pero eso no implica que fueran idiotas). Esto hace mucho saber si pensamos que se ha extraído pacientemente de cosas como estas:
 
Pterodactylus kochi de Solnhofen, Alemania
Fuente: sitio oficial del lagerstätten de Solnhofen
Hecha la inevitable introducción idiota, pasemos al mondongo: he aquí las tres especies de pterosaurio más chachis de la historia prehumana.
 
1. JEHOLOPTERUS NINCHENGENSIS, EL PTEROSAURIO VAMPIRO.
La mayoría de nosotros imagina a los pterosaurios más o menos como variaciones de los bichos voladores que aparecen en Parque jurásico III intentando jalarse a los protas. Sin embargo, había una variedad muy distinta, la de los pterosaurios ranforrincoides, a una de cuyas familias, la de los anurognátidos (lo siento, en este post van a abundar los trabalenguas) pertenece este curioso animalito. Los anurognátidos eran una especie de versión reptiliana de los murciélagos, ya que estaban recubiertos de pelo (o algo similar al pelo, sin llegar a serlo realmente) y tenían cabezas chatas, aunque también contaban con  largas colas rematadas por un zagual en forma de rombo. Se supone que los anurognátidos comían insectos, pero ciertas evidencias han hecho que algunos estudiosos se inclinen a pensar que Jeholopterus, cuyos restos se hallaron en rocas chinas, ¡podría haberse alimentado de sangre! Lástima que los restos bien conservados presenten, no obstante, una cabeza sumamente aplastada, ya que la polémica en el mundo de los pterosaurólogos ha sido violenta y de momento no se ha solucionado: los que apoyan la hipótesis hematófaga se basan en a) los colmillos que la criatura tiene en la zona distal de la mandíbula; b) la disposición de los huesos del hombro, similar a la de los murciélagos vampiros del género Desmodus; c) el hecho de que, en la actualidad, existen pájaros y murciélagos de pequeño tamaño que han abandonado la dieta insectívora a favor de la ingesta subrepticia de sangre de animales grandes y d) lo estupendo que sería que hubieran existido diablillos peludos chupadores de sangre de dinosaurio.
 
¡Llamad a Van Helsing!
Fuente: Reptile Evolution
 
Como siempre pasa, hay paleontólogos aguafiestas que desdeñan esta interpretación de las pistas conservadas en la piedra tachándola de fantasiosa, y prefieren ver a Jeholopterus, con su curiosa cabeza de gato, como un anurogátido de toda la vida un poco más peludo de lo normal. En fin: hasta que no inventen una máquina del tiempo en condiciones este enigma quedará sin aclarar.
 
2. PTERODAUSTRO GUINAZUI, EL PTEROSAURIO FLAMENCO. Pterodaustro ("ala austral") fue el primer pterosaurio hallado en América del Sur, de ahí el nombre. ¿Por qué aparece aquí? Pues porque es muy probable que fuera el análogo del rosado flamenco del Cretácico inferior. Su cabeza presenta un pico extremadamente alargado: la parte superior se dirige hacia arriba, y en la parte inferior hay más de quinientos largos y finos dientes en forma de apretado cepillo que con pocas dudas debían servir al animal para filtrar alimento acuático invertebrado. Seguramente crustáceos pequeñitos: al igual que los flamencos hoy en día, Pterodaustro debía pasarse las horas con el cuerpo metido en el agua, pasando su pico-cedazo por la superficie y atrapando bichos para comérselos inclinando el largo cuello hacia atrás. Bien mirado, este método de alimentación se parece también al de las ballenas filtradoras, solo que ahora lo hace un lagarto argentino de hace cien millones de años.
 
Pterodaustro guinazui en todo su reflejado esplendor
Fuente: La Taberna del Dunkelosteus
La identificación de Pterodaustro con los flamencos ha llevado a algunos paleoilustradores a colorearlo de rosa pálido, al igual que los flamencos. Según ellos, los crustáceos que comían debían colorear su pelo de rosa del mismo modo que los crustáceos que comen los flamencos colorean de rosa sus plumas. Esto es especulativo, por decirlo con suavidad: ¿por qué cojones iban los malditos crustáceos a pintarlos de rosa, por el amor de Darwin? No hay ninguna evidencia que apoye esta decisión pictórica, y se acabó. A veces tengo pesadillas en las que me regalan un peluche de Pterodaustro rosa sonriente y me despierto gritando, empapado en sudor frío.
 
3. NYCTOSAURUS, EL PTEROSAURIO CIERVO. Una cosa es evidente: por mucho que sepamos de los pterosaurios, por muchos restos de estas criaturas que encontremos, por mucho que especulemos sobre ellos, siempre habrá misterios. Y sorpresas: Nyctosaurus  de Kansas, uno de los últimos géneros de pterosaurios que existió, parecía un miembro de la familia Pterodactylae como cualquier otro: sin cola, amplia envergadura alar, un largo pico sin dientes y escaso pelo dermal. Las dos especies conocidas, N. lamegoi y N.gracilis (la primera hallada en 1870) no tenían nada de especial hasta que en 2003 se desenterraron dos especímenes que presentaban una enorme cresta bifurcada con apariencia de cuerno de ciervo en la cabeza de los animales. Conocidos como KJ1 y KJ2  en la bibliografía (están en una colección privada), la cresta tiene una longitud comparable a su envergadura alar (¡unos dos metros!). Ayuda visual:
 
El absurdo cuerno de Nyctosaurus sp. KJ1
Fuente: Oceans of Kansas

 
Cuando los biólogos se topan con una estructura así, lo primero que dicen es "Que me aspen", y lo segundo que hacen es preguntarse por su función. ¿Para qué usaba el animal este larguísimo cuerno? ¿De qué carajo le servía? Por su filiación y el sitio donde se hallaron sus restos mortales, sabemos que los nyctosaurios ("reptiles de la noche") eran planeadores piscívoros que se buscaban las castañas en el extenso mar poco profundo que era Kansas en el Cretácico superior. Por lo tanto, algunos investigadores supusieron que en vida del animal el cuerno debía sustentar una vela de piel con función aerodinámica, ya que se supone que los nyctosaurios pasaban gran parte de su tiempo volando de aquí para allá.
 
Nyctosaurus con vela en el cuerno: error
Fuente: Wiki Acam
Pero como veíamos en el caso de Jeholopterus, el apoyo a esta idea un poco herética (el resto de pterosaurios no presentan este tipo de vela) es escaso. La mayoría de los expertos coinciden en señalar que la vela no favorecería precisamente el planeo, sino que más bien sería un estorbo, y el consenso general es que el cuerno-cresta estaba desnudo. Entonces, ¿qué pinta allí el cuernaco? Posiblemente fuera un caso de dimorfismo sexual. Los ciervos machos tienen una cornamenta elaborada, las ciervas no. Los ciervos machos usan los cuernos para pavonearse entre las hembras, que eligen a los ciervos con cuernos más chulos, lo que refleja a su vez unos genes más adecuados, y por lo tanto las hembras se guían por los cuernos a la hora de elegir una pareja aceptable. Esto puede aplicarse también a los nyctosaurios: el cuerno sería una señal sexual, una manera de vocear en el mercado del amor sus robustos y apetecibles genes, y eso es bueno, aunque en otros aspectos de la vida del animal el cuerno resultara un puto engorro. Además, existieron otros muchos pterosaurios pterodactyloideos con crestas estrafalarias (aunque más pequeñas), lo que aporta verosimilitud a la idea. Es posible que el cuerno fuera creciendo con el animal: durante la niñez y la adolescencia sería pequeño, y en la madurez plena se convertiría en la bella y espectacular barra bifurcada de dos metros que hoy nos asombra.
 
Aunque también es posible que todo esto no sea más que vana especulación, y lo cierto sea que al Creador no sólo le gustan los pterosaurios, sino que aprecia los adornos corporales cuquis.


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