lunes, 6 de mayo de 2013

YUKIO MISHIMA: ESCRITOR, POETA, SAMURÁI, CABALLERO Y GILIPUERTAS

Nota: el siguiente artículo está lleno de errores, desconocimiento y animadversión hacia la venerada figura de Mishima. En este post nos limitamos a relatar su puede que absurda muerte.
 
Su nombre real era Kimitake Hiraoka y desde pequeñuelo su abuela no paraba de contarle historias sobre la relación de su familia con el clan de los Tokugawa, ya saben, el famoso shogún del período Edo, cuando Japón era Japón y no una puta colonia de la Coca Cola Company. Para comprender a Mishima supongo que bastan estas breves pinceladas:  
  • Le jodió que Japón perdiera la Segunda Guerra Mundial.
  • Era homosexual, lo que parece que le causaba problemas grandes y pequeños.
  • Escribía libros, poemas, obras para el teatro kabuki, ensayos y crónicas periodísticas.
  • Le gustaba posar en fotos como la de aquí abajo (hasta donde yo sé, no hay photoshop, realmente la pequeña cabeza de Hiraoka emerge de ese cuerpo digno de Conan el cimerio o del trozo de carne con ojos de la primera temporada de Juego de Tronos):
 
Aprende de mí, Sánchez Dragó
 
 
  • Quería que su país volviera a ser una teocracia regida por un emperador divino, en vez de una sociedad industrializada echada a perder por nefandas influencias occidentales.
  • Se rodeó de un grupo de efebos expertos en el levantamiento de pesas y el manejo de la espada llamado la Tatenokai, la Sociedad del Escudo.
  • Vivía, escribía y pensaba en un extraño universo muy lejano a la realidad del país nipón, lo que no era óbice para que un pequeño sector de la derecha japonesa y un amplio círculo de la intelectualidad bohemio-lacaniana-crapulenta europea orgasmara con sus salidas y boutades.
  • Estaba obsesionado con la muerte.
 
En fin, el 25 de noviembre de 1970 todo ese potaje entré en ebullición en la insólita mente de Yukio y pasó algo muy raro. Intentaré resumirlo. Como ya sabemos (hablan de ello en "Guerra Mundial Z", por ejemplo), tras la guerra el ejército imperial nipón pasó por un barrido de cara similar al del ejército alemán tras la I Guerra Mundial. El general McArthur en persona se encargó de podar el generalato, cortar con groseras tijeras los estrechos vínculos entre las zaibatsu (grandes empresas) y los chicos de uniforme, limitar severamente la capacidad ofensiva y defensiva de las fuerzas que habían sobrevivido a años de bombardeos en alfombra, tanques lanzallamas, marines y bombas atómicas.. en pocas palabras, lo capó como cuando se capa un gato revoltoso. Lo que quedó tras McArthur ni siquiera se llamó ejército, sino Fuerzas de Autodefensa del Japón, un nombre mucho más políticamente correcto. Su papel era  policial al principio: en nuestros tiempos ya se dedican a cosas más propias de los ejércitos de toda la vida.
 
 
A Yukio eso no le parecía bien.
 
 
De modo que ese alegre día, supongo que los cerezos estaban en flor y los espíritus se removían inquietos o algo, Mishima y cuatro hombres de confianza de la Tatenokai se dirigieron al campamento Ichigaya, en las afueras de Tokio. Iban vestidos con un uniforme molón diseñado por el propio Mishima (aunque a mí me parece una mezcla de traje SS y atuendo de camarero del Ritz) y cada cual llevaba su katana preferida. El plan: ocupar el campamento, enardecer a la guarnición con un inspirado y poético discurso patriótico y dar un golpe de Estado.
 
 
Los cinco chalados, perdón, los cinco aguerridos neosamuráis lograron colarse en el despacho del comandante. Este diálogo no es real, pero pienso que captura bastante bien el espíritu de esta gesta:
COMANDANTE: Oiga, ¿quiénes son uds.?
YUKIO: Comandante, somos la Sociedad del Escudo. Creemos que Japón agoniza en un pérfido y hediondo lecho de veneno y queremos evitarlo.
COMANDANTE: ¿Eh?
(Yukio saca la katana)
COMANDANTE: Oiga, aquí no se pueden sacar espadas, sabe ud.
YUKIO: No se preocupe, esto lo hacemos con fines ceremoniales (NOTA: ¡parece ser que Mishima dijo esto de verdad!)
COMANDANTE: ¿Pero de qué cojones me está hablando?
(Yukio pone el filo de su katana en el cuello del comandante).
YUKIO: Atadle a silla.
ADLÁTER NÚMERO 1: Sí, maestro.
(Así se hace)
ADLÁTER NÚMERO 2: ¿Y ahora que toca, maestro?
YUKIO: Ahora debemos enardecer los ánimos de la guarnición, hermanos míos. Usad el sistema de megafonía para que estos jóvenes y valientes soldados se reúnan en el patio principal. Les dirigiré un discurso que llevo aquí escrito, en ideogramas sacralizados por mi propia sangre, y con ellos, con sus fuertes y fibrosos cuerpos y sus ardientes y puros espíritus, renovaremos nuestra Patria.
ADLÁTERES 1, 2, 3 Y 4: Así se habla, maestro. Sabéis más que nadie.
 
Bueno, Yukio Mishima esperó a que los seiscientos hombres del campamento Ichigaya se reunieran en el patio y se asomó al balcón. Con una pose marcial que emulaba a partes iguales a Mussolini y a Boris Izaguirre, el escritor empezó a largar un texto incomprensible, en una voz tan baja que en primer lugar los soldados se limitaron a decirle que gritara más. Y cuando Mishima alzó su voz musical y un poco temblorosa, dichos soldados SE PITORREARON A GUSTO.

Así es, amiguitos. No quedaba nada del código del Bushido entre aquellos fumadores de marihuana, gente cuyo icono cultural era Godzilla y que preferían beber cerveza y estar con los colegas a dar un golpe de Estado en nombre de un escritor culturista estrafalario.

En esta instantánea podemos ver a Yukio Mishima durante un momento de su discurso:
 
 
Ya que estoy aquí, ¿quieren escuchar una copla o algo?
 

 
Tras esto, Mishima regresó al despacho del comandante y se suicidó. Pero como era japonés, no se limitó a colgarse de un travesaño o meterse una bala en la sesera, no. Los japoneses honorables se suicidan a lo grande, con muchos aspavamientos, poemas mortuorios y, en general, gran sentido del espectáculo.


De modo que se descalzó, se puso en cuclillas en el suelo y, tras pensar un poco mirando el techo, compuso su jisei no ku, su "poema de despedida", como es preceptivo hacer antes de quitarse la vida si eres un hombre japonés al que se la va la olla (lo siento, es lo que pienso). Dicho poema puede encontrarse en la wikipedia, por ejemplo, y en mi opinión es rechulo. Mú bonito, con delicadas imágenes y tal.

Tras lo cual, Yukio le entregó la espada a su discípulo más querido, Masakatsu Morita, e inclinó la cabeza mientras se abría el quepis para hacerse un tajo en las tripas. La tarea de Morita era decapitarlo, pero por lo visto le tembló la mano o no había ensayado muy bien eso de cortarle la cabeza a la gente, porque no llegó a separar la cabeza de Mishima de su torso esculpido en granito. De modo que fue un tal Hiruyasu Koga el encargado de rematar la faena.

Una vez hecho lo que debía hacerse, Morita también se quitó la vida a la manera tradicional.
 
Durante el proceso llenaron de sangre y trozos de vísceras el despacho del pobre comandante. Ninguna crónica indaga en los sentimientos de este hombre, mera comparsa en la gran tragedia que se llevaba a cabo ante sus ojos. ¿Qué pensaría? ¿Cuál sería su estado anímico al ver cómo unos alucinados vestidos de camarero y con cintas en la cabeza se cortaban la cabeza los unos a los otros entre poemas lacrimógenos? Quién sabe, amigos...
 
BANZÁI!

 
    
       
    

    2 comentarios:

    1. Por lo que cuentas, este hombre parece un poco destalentao, pero en realidad algo de talento tenía: ¿no fue tres veces candidato al premio Nobel de literatura?

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      1. Creo que el caso Mishima es un poco como el caso Camilo José Cela. Ambos escritores de talento, ambos señores que no estaban muy bien de la cabeza. Uno intentó dar un golpe de Estado y otro se jactaba de absorber gran cantidad de agua por el bufete por medio de la contracción del músculo del esfínter.

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