lunes, 13 de mayo de 2013

A LA MEGAFAUNA AUSTRALIANA NO NOS LA CARGAMOS NOSOTROS

Estaba casi orgulloso. Y es que hasta ahora se creía que las bestias que bramaban, barritaban, mordían y saltaban en el continente-isla australiano desaparecieron de la faz de la Tierra gracias a los esfuerzos de los pueblos melanesios (los ahora llamados aborígenes) que llegaron allí hace 45.000-50.000 años. Considerando el tipo de criaturas que supuestamente se encontraron, esto no es moco de pavo. En tiempos antigos Australia era similar a las actuales sabanas africanas a juzgar por la cantidad de animales de gran tamaño que albergaba, aunque desde luego los equivalentes de las antípodas de leones, rinocerontes y gacelas eran harto extraños. Por ejemplo, lagartos del tamaño de cocodrilos que dejan en mantillas a los actuales dragones de Komodo y que, como ellos, tenían una mordedura venenosa. O canguros carnívoros dos veces más altos que un hombre y cara aplastada, tan grandes que posiblemente no saltaran. O el llamado "león marsupial" (Thylacoleo carnifex), un extraño depredador que descendía de animales herbívoros, algo nunca visto entre los mamíferos. O los enormes Diprotodon, los sosias de los elefantes en el ecosistema australiano, pero con un aspecto peculiar, entre un adorable oso de peluche y un no menos adorable koala.  En fin, podemos contar hasta con 90 especies animales de gran tamaño que fueron extinguiéndose en la lejana y exótica Australia por aquellas fechas.
Megalania priscus, el varano más grande que ha reptado jamás: 5 escamosos metros de longitud y 600 kilos
Fuente: Museo Melbourne
 
La teoría de que los humanos habían acabado con toda esta exhuberancia se basa en que el tramo temporal en que la megafauna desaparece y el tramo que contempla la llegada de los hombres y las mujeres a Australia parecía coincidir. Si partimos de ahí, no cuesta nada especular con que fue la caza y el uso del fuego para despejar terreno lo que causó la extinción. Sin embargo, un reciente metaestudio publicado en Proceedings of the National Academy of Sciences lo desmiente. Este estudio, llevado a cabo por geólogos, paleontólogos y paleoclimatólogos de Australia y Estados Unidos, examina el registro fósil de la zona del Sahul (que comprende Australia, Nueva Zelanda, Nueva Guinea y Tasmania), así como todo tipo de indicadores climáticos,  y llega a varias conclusiones bastante tajantes. En primer lugar, cuando los seres humanos llegaron a Australia la mayor parte de los de los grandes animales ya había desaparecido. En segundo lugar, no hay ninguna evidencia firme que apoye la teoría antropogénica de la extinción (por ejemplo, no se han encontrado vertederos de huesos cerca de antiguos asentamientos aborígenes) y, de hecho, es dudoso incluso que los colonizadores contaran con las herramientas necesarias para abatir animales grandes. El estudio indica que la costumbre de arrasar con fuego amplias extensiones pudo contribuir en algo, pero desde luego no explica el declive de la fauna holocénica australiana. O sea que no: fue otra cosa.
 
La culpa no fue del bumerán.
Fuente: Abadía Aljarafe
 
Entonces, ¿quién se cargó a la megafauna? Bien, según el estudio el culpable es el cambio climático. Para afirmar eso los científicos recurren como es habitual al análisis de los núcleos de hielo antárticos. Encerrados en el hielo de hasta 130.000 años existen datos que ayudan a los que saben a elucidar cosas como los niveles de oxígeno y dióxido de carbono, la presencia de impurezas químicas procedentes de grandes episodios de vulcanismo, la temperatura media de la atmósfera y muchísimas cosas más. Otra fuente de información, en el caso particular de Australia, es el estudio de los cambios de nivel de los lagos centrales.
 
Todo ello ha llevado a los científicos a concluir que, antes de que llegaran los aboríges al lugar, el clima australiano ya se había deteriorado hasta el punto de que vastas extensiones del Sahul se habían vuelto demasiado áridas para sustentar a animales grandes. Por lo tanto, no nos podemos llevar el mérito de haber llevado a los diprotodones a la extinción: se murieron porque se quedaron sin comida al convertirse las zonas templadas de vegetación abundante donde hacían su vida en desiertos poblados de malas hierbas resecas y venenosas. En otras palabras, la famosa megafauna ya había tenido su oportunidad en este mundo errático y cruel, y estaba sentenciada muchos miles, o incluso cientos de miles, de años antes de que llegara una de las mejores máquinas de matar diseñadas por mamá Naturaleza: un tipo con un palo.
 
O qué cojones, que no se diga: la mejor.

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