En el Museo del Prado de Madrid existe
o existía (galería online aquí) una sala dedicada a los pintores neerlandeses del siglo XV. Se puede
afirmar sin demasiado margen de error que la cantidad de personas que conocen
al menos parte de ese campo del saber que son los pintores neerlandeses del
siglo XV es menor (puede que mucho menor) que la cantidad de gente que es capaz
de tararear una canción de David Bisbal. Esto no es malo, ni mucho menos: es
normal. No pasa nada; cuadros como Los
desposorios de la Virgen (Roger Campin) o El Descendimiento de la Cruz (Rogerio van der Weyden) ni son
famosos ni tendrían por qué serlo. Pintura sacra. Nada más y nada menos. Pero
existe otro tipo de pintura sacra en esa sala, amigos míos.
El jardín de las delicias, tríptico derecho (detalle) Fuente: El Arte de Maite |
Y eso es todo sobre la vida de El
Bosco.
¿Era un drogota?
Otras hipótesis retuercen aún más los
hechos. Un erudito llamado Wilhelm Fraenger, en su (conocidísima) obra Hieronymus Bosch. Das Tausendjährige Reich.
Grundzüge einer Auslegung (Coburgo, 1947) se inclina a considerar a
Jerónimo como un miembro secreto de la Hermandad del Espíritu Libre (a partir
de ahora, HEL). La HEL fue un grupo de herejes (lo que hoy llamaríamos una
secta) que se extendió por algunos puntos de Europa durante el siglo XIII. Fue
denunciada por la Iglesia y extirpada del seno de la Fe, pero algunos datos
parecen indicar que sobrevivió a la persecución religiosa y perduró en las
sombras varios siglos más. Entre la escasa y contradictoria información que
existe sobre la HEL, destacan veladas menciones de perseguidores contemporáneos
a la promiscuidad sexual de sus miembros. Dichos miembros enfocaban el asunto
religioso como una forma de sexualidad, ya que los hermanos del espíritu libre
querían recrear la inocencia humana. Y la inocencia humana fundamental, la
inocencia primera y perfecta, era la de Adán y Eva antes de la Caída (por eso a
la HEL también se la denomina Herejía Adamita). Resumiendo: practicaban alguna
forma sacramental de nudismo. Fraenger ve en los motivos del cuadro central de El jardín de las delicias no una condena
puritana de los placeres de la carne sino una exaltación de ellos. Como veremos
más adelante, la verdad es que la interpretación de Fraenger, aunque muy
atractiva para nosotros, liberados habitantes del siglo XXI, parece pecar de
anacrónica.
El jardín de las delicias, tríptico central (detalle) Fuente: Por Amor al Arte |
Otros autores no mean tan lejos, pero
tampoco parecen acertar. Ven en la obra de El Bosco sutiles pistas, trazas,
alusiones crípticas a las artes esotéricas y a la alquimia. Imaginan a Jerónimo
como un avezado practicante de dichas artes, que introducía símbolos herméticos
a cascoporro en sus pinturas para deleite de los que saben y entienden. Quizá
hubiera algo de eso, pero resulta mucho más natural pensar que tomara dicha
simbología de un acervo común de sabiduría popular, reminiscencias paganas por
lo demás inocentes de los no tan beatos vecinos de Hertogenbosch.
Javier Sierra nos explica las claves ocultas de lo que se tercie Fuente: foros |
Además, una plaga moderna de
estafadores (también conocidos como psicoanalistas) ha metido sus narices en
las asombrosas pinturas del artista y se han llenado la boca (y garrapateado
gran cantidad de opúsculos) con “explicaciones” magistrales donde resuenan como
campanazos términos tales como inconsciente,
proyección, escena primordial y etcétera. Cometen un error del que nadie se
libra, cual es proyectar (precisamente) concepciones modernas a algo que no lo
es. Hablamos de la Edad Media. A un clérigo de Hertogenbosch cosas como el Ello
le sonarían a chino mandarín. A cualquier mujer u hombre temeroso de Dios (y en
esa época había razones de peso para temerLe) el Principio del Placer encarna
un pecado, y de los gordos.
Y no faltan los entusiastas de la marihuana que afirman con
gran seriedad que, dado que las pinturas de Jerónimo presentan en ocasiones un
aspecto febril, extravagante y alucinado, el propio Jerónimo alucinaba. Pintan
al artista como un hippie medieval que, tras comerse alguna seta o lamer las
espaldas de algún sapo, entraba en trance psicotrópico y agarraba una tabla y
empezaba a pintar poseído por súper poderes lisérgicos. A la mayoría de los
fans de El Bosco les parece una teoría un poco cogida por los pelos. Por no
decir una chorrada.
Y si esto les ha parecido un sopor, no se preocupen, aún nos queda mucho...
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