sábado, 11 de mayo de 2013

JERÓNIMO VAN AKEN, AKA EL BOSCO. PARTE UNO DE MUCHAS


En el Museo del Prado de Madrid existe o existía (galería online aquí) una sala dedicada a los pintores neerlandeses del siglo XV. Se puede afirmar sin demasiado margen de error que la cantidad de personas que conocen al menos parte de ese campo del saber que son los pintores neerlandeses del siglo XV es menor (puede que mucho menor) que la cantidad de gente que es capaz de tararear una canción de David Bisbal. Esto no es malo, ni mucho menos: es normal. No pasa nada; cuadros como Los desposorios de la Virgen (Roger Campin) o El Descendimiento de la Cruz (Rogerio van der Weyden) ni son famosos ni tendrían por qué serlo. Pintura sacra. Nada más y nada menos. Pero existe otro tipo de pintura sacra en esa sala, amigos míos.
El jardín de las delicias, tríptico derecho (detalle)
Fuente: El Arte de Maite
 
La imagen anterior corresponde a un detalle de una intrincada obra maestra medieval, El jardín de las Delicias, producto de la mente de un hombre del que poco se sabe con seguridad, y al que se encuadra entre los Pintores Neerlandeses del Siglo XV por una mera cuestión de ajuste espacio temporal. Esta pintura es única. El cerebro que la creó es único. El cerebro pertenece a Jerónimo van Aken, aka el Bosco.
Vida
El tipo que pintó el pájaro diablo cagón nació no se sabe cuándo (no existe o se ha perdido cualquier registro sobre su nacimiento) en probablemente la ciudad de Hertogenbosch, quizá en torno a la década de 1450. Esa ciudad, de la cual el pintor toma su apelativo, era en la época una tranquila pero sin embargo bastante grande y activa ciudad holandesa, muy cerca de la frontera belga (lo que hoy es Bélgica). Estaba pues bastante alejada de los otros centros urbanos de lo que se denominaba el Ducado de Brabante: Bruselas, Amberes y Lovaina. Hertogenbosch era un lugar no sólo muy comprometido con el comercio interno y externo (y por lo tanto un burgo opulento) sino que también estaba henchido de religiosidad. Como toda Europa en esos tiempos. La primera mención de Jerónimo en un papel oficial la tenemos en 1474: en un censo de la ciudad aparece nuestro artista con la profesión de “pintor”. También se consigna en este documento que pertenece, junto con sus hermanos, a la Hermandad de Nuestra Señora. Esta Hermandad era una de tantas que rendían un culto especial a Santa María Madre de Dios, y su devoción se concretaba en una imagen en especial de la misma conocida (en holandés medieval) como Zoete Lieve Vrouw, y sabemos que existía una copia de dicha imagen que los devotos de Hertogenbosch veneraban en una capilla de la iglesia de San Juan. Toda la familia de Jerónimo aparece asociada una y otra vez con esa iglesia: es posible que muchos Boscos guardaran una relación digamos artística con la capilla. Doraban las imágenes de madera, policromaban los motivos de las procesiones y cosas así. El propio padre de Jerónimo, Antonio, aparece mencionado como “consejero en artes” de la iglesia en los archivos de la Hermandad, lo cual puede significar cualquier actividad, desde que pintar retablos hasta arreglar el tejado. Posiblemente un poco de todo. Se supone que su hijo siguió sus pasos. Existe cierta evidencia de que viajó a Utrecht y Flandes (y quizá a Italia) pero no todos los expertos en el Bosco la aceptan. Quizá pasó toda su vida en la tranquila Hertogenbosch. Una vida que no ha trascendido, claro está, porque lo que realmente trasciende está dentro de su cabeza. Por cierto, se sabe que se casó ya un poco mayor con una viuda de diplomático con muchos posibles o pobre como una rata, o a lo mejor con la hija menor de un molinero. Un registro de la propia Hermandad fecha su muerte en 1516.

Y eso es todo sobre la vida de El Bosco.
¿Era un drogota?
La extrañeza que las pinturas de Jerónimo producen en un observador moderno conduce a interpretaciones raras de su obra. Por ejemplo, en algunos de sus monstruos quiméricos e imágenes ajenas algunos han querido ver una especie de  surrealismo medieval, o incluso las raíces profundamente enterradas del surrealismo. Como si Salvador Dalí hubiera visitado el Ducado de Brabante con su máquina del tiempo fundida. Tal cosa es improbable.
Otras hipótesis retuercen aún más los hechos. Un erudito llamado Wilhelm Fraenger, en su (conocidísima) obra Hieronymus Bosch. Das Tausendjährige Reich. Grundzüge einer Auslegung (Coburgo, 1947) se inclina a considerar a Jerónimo como un miembro secreto de la Hermandad del Espíritu Libre (a partir de ahora, HEL). La HEL fue un grupo de herejes (lo que hoy llamaríamos una secta) que se extendió por algunos puntos de Europa durante el siglo XIII. Fue denunciada por la Iglesia y extirpada del seno de la Fe, pero algunos datos parecen indicar que sobrevivió a la persecución religiosa y perduró en las sombras varios siglos más. Entre la escasa y contradictoria información que existe sobre la HEL, destacan veladas menciones de perseguidores contemporáneos a la promiscuidad sexual de sus miembros. Dichos miembros enfocaban el asunto religioso como una forma de sexualidad, ya que los hermanos del espíritu libre querían recrear la inocencia humana. Y la inocencia humana fundamental, la inocencia primera y perfecta, era la de Adán y Eva antes de la Caída (por eso a la HEL también se la denomina Herejía Adamita). Resumiendo: practicaban alguna forma sacramental de nudismo. Fraenger ve en los motivos del cuadro central de El jardín de las delicias no una condena puritana de los placeres de la carne sino una exaltación de ellos. Como veremos más adelante, la verdad es que la interpretación de Fraenger, aunque muy atractiva para nosotros, liberados habitantes del siglo XXI, parece pecar de anacrónica.
El jardín de las delicias, tríptico central (detalle)
Fuente: Por Amor al Arte
Por otro lado, ya hemos visto que Jerónimo perteneció realmente a la muy discreta y apacible Hermandad de Nuestra Señora, cuya veneración de la Virgen parece lo opuesto a las correrías en cueros de la HEL(L). Además, las trazas de la secta herética desaparecen de los Países Bajos como muy tarde en la década de 1410. El Bosco cumplió encargos artísticos para varias personalidades de la jerarquía eclesial; así pues, si de alguna forma los Adamitas hubieran conseguido sobrevivir en la clandestinidad hasta mediados del siglo quince, ¿cómo se explica que las obras del Bosco, llenas de supuesta exaltación hereje de la lujuria, pasaran con tanta facilidad la censura eclesiástica y cosecharan alabanzas por parte de verdaderos campeones de la ortodoxia como Felipe II de España? ¿Cómo arriesgarse de esa forma en una época donde las hogueras y los autos de fe cobraban nuevo impulso en una Europa marcada por las luchas religiosas? Es decir: Fraenger mea muy lejos del tiesto.
Otros autores no mean tan lejos, pero tampoco parecen acertar. Ven en la obra de El Bosco sutiles pistas, trazas, alusiones crípticas a las artes esotéricas y a la alquimia. Imaginan a Jerónimo como un avezado practicante de dichas artes, que introducía símbolos herméticos a cascoporro en sus pinturas para deleite de los que saben y entienden. Quizá hubiera algo de eso, pero resulta mucho más natural pensar que tomara dicha simbología de un acervo común de sabiduría popular, reminiscencias paganas por lo demás inocentes de los no tan beatos vecinos de Hertogenbosch.
Javier Sierra nos explica las claves ocultas de lo que se tercie
Fuente: foros
Además, una plaga moderna de estafadores (también conocidos como psicoanalistas) ha metido sus narices en las asombrosas pinturas del artista y se han llenado la boca (y garrapateado gran cantidad de opúsculos) con “explicaciones” magistrales donde resuenan como campanazos términos tales como inconsciente, proyección, escena primordial y etcétera. Cometen un error del que nadie se libra, cual es proyectar (precisamente) concepciones modernas a algo que no lo es. Hablamos de la Edad Media. A un clérigo de Hertogenbosch cosas como el Ello le sonarían a chino mandarín. A cualquier mujer u hombre temeroso de Dios (y en esa época había razones de peso para temerLe) el Principio del Placer encarna un pecado, y de los gordos.
Y no faltan los entusiastas de la marihuana que afirman con gran seriedad que, dado que las pinturas de Jerónimo presentan en ocasiones un aspecto febril, extravagante y alucinado, el propio Jerónimo alucinaba. Pintan al artista como un hippie medieval que, tras comerse alguna seta o lamer las espaldas de algún sapo, entraba en trance psicotrópico y agarraba una tabla y empezaba a pintar poseído por súper poderes lisérgicos. A la mayoría de los fans de El Bosco les parece una teoría un poco cogida por los pelos. Por no decir una chorrada.
Y si esto les ha parecido un sopor, no se preocupen, aún nos queda mucho...
 
 


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