domingo, 5 de mayo de 2013

¿QUIÉN TEME A LA ULTRADERECHA FEROZ?

Estamos atravesando una crisis económica de dos pares de cajones, tal y como nos dicen continuamente, y a todas horas de todos los días tenemos que tragar noticias malas, noticias peores que malas y noticias de mierda. En la onírica Kadath, a veces llamada España, tenemos ración extra de mierda, ya que a los habituales espasmos de los mercados hemos de sumar nuestras peculiaridades: un paro galopante, una clase política cuya relación evolutiva con las garrapatas y las tenias intestinales parece evidente y un así llamado pacto social que poco a poco se va convirtiendo en un vamos a sacar la guillotina.
 
 
Pero no vamos a hablar de España, sino de Hungría, y de otra estupenda consecuencia de las crisis económicas: el ascenso de los partidos políticos de ultraderecha.
 
 
Tomorroooow belongs to meeeeeee

 
 
 
Los alegres camaradas de arriba pertenecen al partido Jobbik húngaro, y no se trata de una peña de fútbol ni de un grupo de aficionados a los filatelia, sino de un importante movimiento de la extrema derecha cuyo lema, "Nuestro futuro brillante ha empezado", recuerda sospechosamente a los sones del fascismo más rancio... Nacido en 2003, suscribe orgulloso un programa político donde el nacionalismo, la xenofobia, el odio encorajinado a las izquierdas y el antisemitismo florecen como larvas en una carroña. Hasta tienen su propia rama paramilitar asociada, la Guardia Húngara, cuyo mayor placer es apalizar gitanos. Si bien es cierto que no son tan abiertamente filonazis como otras agrupaciones derechistas (verbigracia el Partido Húngaro de la Justicia y la Vida, tócate los webos) tampoco se puede afirmar que no son peligrosos. Porque peligrosos lo son, aunque apuesten por el juego democrático.
 
Y es que estos muchachos no se comían un colín en los buenos tiempos, cuando Hungría parecía ser la punta de lanza del renacimiento económico de los antiguos integrantes del bloque comunista. Lo cual es normal, porque cuando las cosas marchan bien, nadie busca culpables de problemas que no existen. Los pobres se quedaron solos cuando Hungría comenzó sus maniobras para entrar en la Unión Europea en 2004: eso no les gustaba. Pero ay, cuando vienen mal dadas y los datos macroeconómicos empiezan a apestar, es cuando este tipo de movimientos tiene su oportunidad. Ejemplos en la historia más o menos reciente hay muchos. No tenemos por qué mirar a la Alemania de entreguerras con sus camisas pardas, la misma Hungría puede dar fe de este axioma: en tiempos de crisis los países se pliegan sobre sí mismos y al mismo tiempo buscan culpables. Y culpables encuentran, sea como sea.
 
Y así, en 2006 los colegas de Jobbik se aliaron con otros partidillos derechoides y se presentaron a las elecciones parlamentarias. Resultado, el 2,2 % de los votos, lo que es abismal. Pero cuando este mismo partido se presentó en solitario  a las elecciones del 2010, consiguió 44 asientos para sus compinches en la Asamble Nacional. Como en la Asamblea Nacional hay 386 escaños, significa que Jobbik consiguió convertirse en la tercera fuerza política del país... cabalgando la ola de la crisis probablemente.
 
El ascenso de estos jobbiks parece imparable: una reciente encuesta los sitúa en segundo lugar tras el partido Fidesz, también conservador aunque más presentable.
 
¿Qué se puede concluir? Pues que en Hungría las cosas pintan mal para los que no sean húngaros...

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