miércoles, 8 de mayo de 2013

LAS TRES MEJORES-PEORES PELÍCULAS DE MONSTRUOS SUBMARINOS DE LA HISTORIA

Las bestias más inverosímiles acechan bajo las oscuras y oleaginosas aguas del celuloide, querido lector. Una plétora de inmundas anormalidades pelágicas surgidas de las mentes más desnortadas del mundo del cine cutre esperan para devorarnos en nuestras más atroces pesadillas. O mejor dicho, están ahí para que podamos cachondearnos a gusto de sus dementes creadores.  Pueden ser cangrejos parlantes, algas homicidas, hombres octopoides mutantes o pirañas voladoras: cualquier cosa es posible. ¡Bienvenidos al alucinante mundo de la caspa marina, con tres epatantes ejemplos!
1. LA GRIETA (España/EEUU, 1989). Donde nada puede vivir… vive. Donde nada puede respirar… respira. Donde nada puede sobrevivir… se multiplica!
Puedes ver la ficha técnica aquí, y si por te da verla prueba aquí.
 
El primer puesto de este catálogo de horrores visuales lo ostenta, para nuestra patriótica delectación,  una de las joyas del cine español del siglo pasado y de todos los siglos. Esta película del ínclito Juan Piquer Simón, autor de culto que nos regaló las retinas con  masterpieces garbanceras del calibre de Slugs. Muerte viscosa y Misterio en la isla de los monstruos, nos presenta la aventura de un grupo de científicos y militares en unas cuevas de cartón piedra de los abismos del mar. Rodada con cierto ritmo, entre sus pluses podemos reseñar un convincente diseño de producción (no en vano se notan los dólares) y la bienvenida presencia de unos actores solventes, como José Martínez Bordiú, más conocido como Pocholo.
 
 
 
(¡SPOILER!) En efecto, Pocholo interviene en el film dando vida (como puede) a un buceador escandinavo llamado Sven. Por lo visto, su papel en un principio iba a ser más largo, pero ciertas desavenencias con el director lo acortaron hasta tal punto que el heredero del material genético del Generalísimo apenas pronuncia cuatro líneas, siendo prontamente derretido por unas algas negras devoradoras de carne humana.
 
¿Llevas algo de tema, Sven? Tengo el mono
 
 

(¡SPOILER!) La trama es asaz emocionante. Se ha perdido por las fosas noruegas un submarino y su diseñador recibe el encargo de utilizar otro avanzadísimo sumergible de su invención para rescatarlo. Lo curioso es que por mucho que nos digan que este artefacto es el no va más de la exploración de la mar, visto por fuera parece el puto submarino amarillo de Los Beatles. En su empeño le acompañarán una horda de científicos y militares asesinables, así como su ex, un capitán de la armada de gesto adusto y el buceador escandinavo-ibicenco Sven. A la considerable tensión que resulta de permanecer recluido en un espacio angosto con tu ex mujer bajo kilómetros de agua salada pronto se le añade el hecho de que las cuevas por donde se ha perdido el otro cacharro están petadas de todo tipo de monstruos marinos comedores de personas. Hay de todo: anguilas gigantes, peces raros y gordos, gusanos (uno de los leitmotivs del director) y las ya mentadas algas depredadoras… El resto de la película es un ir y venir de burradas subacuáticas, y el giro final es lo de menos: resulta que las criaturas son el resultado de unos experimentos genéticos de algún Gobierno malnacido. Denuncia ecológico-política al canto por toda la cara. Es decir, muy parecido todo a Abyss, Leviathan o Profundidad seis, pero sin cortapisas, sin medias tintas, sin metafísica, sin drama, sin comedia, sin red. Abracadabrante.
Quita, bicho
 
 



2. EL ATAQUE DE LOS CANGREJOS GIGANTES (EEUU, 1957). Desde las profundidades del mar… ¡Una gigantesca ola de terror!
Todo lo que queráis saber sobre los responsables de esta maravilla aquí. Y está enterita en youtube.
Palabras mayores: he aquí una de las mejores películas del productor, director, empresario, guionista y legendario tacaño Roger Corman, conocido en el mundillo por a) sus fastuosas versiones fílmicas de los cuentos de Edgar Allan Poe y b) su facilidad de rodaje y economía de medios (se jactaba de poder terminar una película en dos semanas). También se le conoce por el gracioso juego de despiste que son los pósters de sus películas, donde los gráficos y espectaculares monstruos aterradores prometidos resultan ser, cuando ves la película, actores disfrazados en un saldo o VW tuneados con tres o cuatro colchones.



Pero a Roger le podemos perdonar su cutrez porque él mismo se ríe de ella y, carajo, no es mal director en absoluto, sólo… apresurado. Y esta perla de turbador atractivo psicotrónico no es la excepción. Encuadrada en el fructífero género de los Mutantes Radiactivos, comienza en una isla del Pacífico emplazada donde Cristo perdió el plumero: han desaparecido unas buenas gentes, misterio, metraje de explosiones nucleares tomado de documentales del ejército a mansalva, suspense, emoción. Allá se desplaza un heterogéneo grupo de héroes investigadores en el que no puede faltar la parejita, pero también un físico nuclear, un marinero que casualmente tiene fobia a los cangrejos y el mejor personaje de la película, un botánico francés llamado Jules que no puede ser más adorable (y gilipuertas). Todos ellos caracteres bien perfilados (algo inaudito en la morralla de autocine) a los que cogemos cariño muy pronto. ¿Qué ha pasado? Pues resulta que las radiaciones atómicas han convertido a los cangrejos del lugar en voraces crustáceos sobredimensionados sedientos de sangre. Lo normal. Además, los efectos de la radiación les han dotado de peculiares poderes, pues poseen la capacidad de asimilar la inteligencia de sus víctimas, volviéndose cada vez más listos e hijos de puta, y lo mejor: son ventrílocuos y pueden atraer a la peña imitando voces. No está mal para unos muñecos de mierda montados sobre el capó de un coche, ciertamente. ¡Los cangrejos amenazan a la raza humana! ¡Destruidlos a todos!
Las tornas se han vuelto
 

Y para ser de los cincuenta, no escatima la violencia: manos cortadas y decapitaciones servidas por los cangrejos mutantes… No se hace larga en absoluto, los ruidos que hacen los cangrejos madafaquers son extrañamente inquietantes, y casi lloramos cuando los monstruos se zampan al pobre botánico. Serie B imprescindible, cine que ya no se volverá hacer jamás.
Se le va la pinza

 

3. OCTAMAN (EEUU/México, 1971). ¡Horror a raudales producto de la basura nuclear!
Los responsables están todos aquí. Y si tenéis valor y marihuana, echadle un vistazo aquí.

Irónico cuando menos resulta que el guionista de una de las mejores películas fantásticas de todos los tiempos, Harry Essex  (La mujer y el monstruo, que por cierto también está protagonizada por un ser de las profundidades) sea también el director de, digámoslo sin rodeos, un zorongo audiovisual de la talla de Octaman. Pocas veces se ha visto en una pantalla semejante compendio de narrativa esquizofrénica, efectos especiales propios de un curso de pretecnología para chimpancés e interpretaciones dignas de castigarse con la inyección letal. Pero aún con todo es recomendable su visionado, sobre todo si uno se bebe un trago de ginebra cada vez que sucede alguna majadería. Borrachera del siglo asegurada y risas mil, amigos.
 
(¡SPOILER!) El argumento es el siguiente: unos ecologistas avant la lettre viajan a un pantano fronterizo entre Tejas y México o por ahí (salen mejicanos) y allí se topan con unas crías de pulpo un poco raras. No importa que en los anales de la zoología nunca se haya visto un pulpo que viva en aguas dulces, porque el padre (o la madre, no lo sé) de esas criaturillas resulta ser el legendario Octaman, conocido, venerado y temido en el lugar desde tiempos de los incas (o los mayas, a saber). Octaman, una terrorífica entidad que resulta de vestir a un sufrido extra con un traje de goma ridículo con tentáculos flácidos y una boca similar a la de una muñeca hinchable pero con colmillos, se cabrea muchísimo y el resto de la película es un vodevil absurdo en el que Octaman acecha, Octaman embosca, Octaman ataca y Octaman mata.
Cefalópodo y Julieta
 
Los homicidios de Octaman, punteados por una increíble (por inaguantable) banda sonora compuesta por el sobrino de alguien con el Casiotone, consisten en acercarse a su presa y rozarle con uno de sus tentáculos de goma. Y ya está. La víctima cae fulminada como si esos tentáculos estuvieran recubiertos de napalm, fósforo blanco, estricnina y veneno para cucarachas todo a la vez. En fin, el tipo disfrazado se mueve por charcas, parques de caravanas y descampados cansinamente buscando recuperar a sus crías y de paso rapta a una bella mujer, sabe Cthulhu para qué. Resumiendo, salvan a la chica y le dan un escopetazo a la aberración, porque una cosa es ser ecologista y otra cosa es dejar que te folle vivo un hombre-pulpo, y fin. Hora de aplaudir, porque la tortura acabó.
Octaman ve las cosas quintuplicadas, como si estuviera borracho
 
 
 
Un par de curiosidades: el diseñador de efectos especiales de este atentado al acervo cultural de la humanidad es Rick Baker, el cual posteriormente se resarció de semejante basura convirtiéndose en uno de los mejores especialistas en trucos de maquillaje del cine de terror y ciencia ficción. Bueno, a él le fue bien, porque  la actriz principal, la guapísima actriz de origen italiano Pier Angeli, se quitó la vida con una sobredosis de barbitúricos poco después de rodar esta cosa. Su sueño era convertirse en una estrella de Hollywood, protagonista de grandes superproducciones de fama internacional y todo eso; pero acabó siendo manoseada por los tentáculos de un ridículo monstruo de goma en una charca… y eso es un bajón para cualquiera.
Rick Baker pensaba en esto cuando diseñó a la criatura
 






 

 


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