lunes, 5 de mayo de 2014

"불가사리", EL KAIJU DE KIM

Es muy difícil escribir. O más propiamente, es muy difícil resumir. Los blogs de blogger y los blogs de wordpress tienen un límite de palabras. No puedes escribir más de x palabras. O por lo menos eso tenemos entendido. El caso es que queríamos escribir una entrada sobre Pulgasari, la película de monstruos gigantes que hizo o mandó hacer Kim Jong-il, presidente de Corea del Norte, en 1985. Bueno, trata de un único monstruo gigante, el monstruo gigante llamado Pulgasari. Pensamos que iba a ser una entrada corta. Una curiosidad. El kaiju filmado y proyectado en el infierno juche asiático. Opinábamos que tiene cierto interés, pero puede ser que no. A fuer de ser sinceros, su interés es básicamente nulo. Sin embargo, como suele ocurrir, una vez levantas una piedra (en este caso, el kaiju de Kim Jong-il) te encuentras con que en la humedad de debajo de esa piedra, en esa oscuridad, prosperan multitud de bichos: escorpiones. Lombrices. Ácaros. Insectos, arácnidos, ya saben. Y te dices: si tengo que ser correcto, si he de hacer honor a la piedra que he levantado, he de hablar de todos esos putos bichos. Esos curiosos, fascinantes bichos de mierda de debajo de la maldita piedra.

Primero, deberíamos explicar qué es un kaiju eiga, pero no lo haremos. Porque se puede hacer usando una sola frase, o dos o tres, pero de esa forma no se le hace justicia, o tenemos la sensación de que no, una sensación que es como un picor en la cabeza. Es un tema completamente absurdo, o mejor, es un tema que no tiene ninguna importancia ni utilidad: es un tema baladí. Pero también es un tema infinito, o casi infinito. Y hay algo que nos empuja a decirlo todo (a hacerle justicia). Hacer justicia a la historia del origen de las películas kaiju eiga; a los kaijus más significativos, empezando por Gojira y acabando por Hedorah, la mancha de polución gigante con forma de mantarraya y ojos rojos, y sin olvidarnos del meandro artístico que significó la saga de Gamera; a las productoras más importantes, empezando por la Toho y acabando por la Tokosatsu; a los directores, los actores, los directores artísticos, los diseñadores de maquetas, los ingenieros de sonido, los que confeccionaban los disfraces de monstruo, los guionistas, los directores de fotografía, los que coreografiaban las escenas de histeria colectiva; etcétera. Y habría que mencionar el impacto de los kaiju eiga en Japón y en el resto del teatro del Pacífico y en occidente y etcétera. Y no podemos olvidarnos del significado de los kaiju eiga, porque las películas de monstruos gigantes asiáticas no son películas de monstruos gigantes  per se, sino que claramente hacen referencia por medio de la alegoría y la metáfora y el trasunto a otra serie de cuestiones: el miedo en general; el miedo a los cambios; el miedo a las catástrofes; el miedo al miedo; la energía atómica y el miedo a la energía atómica; la economía, la cultura, la sociedad, los valores japoneses; los códigos artísticos orientales versus los códigos artísticos occidentales, etcétera. ¿Lo entienden? ¿Entienden el agujero negro por el que se pueden deslizar sin apenas advertirlo? ¿Lo ven? Y todo por un tema baladí. Imaginen con un tema importante, como la crisis económica de 2008, o la justicia, o el bien común, o la inmigración, o el terrorismo islamista, o la tasa de natalidad en Europa, o qué será de nosotros cuando nos llegue la muerte, o por qué hay mal en este mundo, o cómo distinguir a nuestros enemigos de nuestros amigos, o porqué hay algo en lugar de nada. Todos estos asuntos son agujeros negros, y en esos agujeros no hay ninguna verdad que se pueda discernir. En el interior de esos agujeros hay algo que no sabemos lo que es, y no queremos saberlo pero sí que queremos. Etcétera.

Luego viene la película en sí. Pulgasari. Deben saber que no es una película normal. Las películas normales suelen hacerse por iniciativa de una productora a partir de una plantilla de guionistas y directores y actores contratados por la productora. Es como hacer un flan o hacer un coche. O a veces es un asunto más "independiente", aunque discutir eso daría para muchísimo blablablá.  En el caso que nos ocupa no es así. En el caso que nos ocupa, la película se rodó y estrenó en Corea del Norte, un lugar del que apenas sabemos nada, más allá de que el tipo gordo que lo gobierna con mano de hierro hace que perros salvajes devoren a sus parientes, o eso se dice. Y de que hubo una guerra. Por lo menos una, eso nos suena. Y que inventaron un tipo de arco llamado arco recurvado que podía lanzar la flecha mucho más lejos y con más facilidad que los arcos que hasta el momento se usaban. Y poco más. Ya con el tema de Corea hay para varias enciclopedias. Y luego está lo del director. El director de Pulgasari se llamaba Shin Sang-ok. Era de Corea del Sur. Los Servicios de Inteligencia de Corea del Norte (un tema que es todo un mundo, un cosmos en sí mismo) lo raptaron: lo secuestraron un día de 1978. Los miembros de los Servicios de Inteligencia de Corea del Norte se disfrazaban de pescadores, o de labriegos, o de turistas chinos, o de vendedores de estatuillas religiosas, e intentaban entrar en Corea del Sur; la mayoría de las veces arribaban a las costas surcoreanas en submarinos de bolsillo. Les juramos que ese es el término que hemos leído, o soñado: submarinos de bolsillo. Eso es lo que hacían, y una vez mataron a un montón de surcoreanos de un poblacho con granadas, y en una ocasión, un miembro del Servicio de Inteligencia de Corea del Norte mató con un hacha a un coronel del Ejército de los Estados Unidos que intentaba cortar un árbol cuyas ramas caían del lado de Corea del Norte y cuyo tronco estaba en el lado de Corea del Sur. O eso dicen, y puede que fuera al revés: las ramas en Corea del Sur y el tronco en Corea del Norte. A estos miembros del Servicio de Inteligencia era fácil detectarlos porque iban armados con granadas y hablaban como robots comunistas del planeta Lenin-III y mataban gente. ¿Por qué secuestraron a un famoso -relativamente famoso- director de cine surcoreano? Porque a Kim jong-il, que veía muchas, muchas películas, que sabía mucho de cine, que había levantado una estatua de su padre en una plaza céntrica de Pyongyang a la que todos debían saludar militarmente tras detenerse, bajo pena de multa o internamiento en campo de reeducación (o eso dicen), Kim, que había escrito una ópera y un libro de marxismo leninismo que se convirtió en el vigésimo quinto libro más pretendidamente leído de la historia, por encima de El código Da Vinci, por ejemplo, o por encima de El Quijote, un libro, en suma, a la altura de Mein Kampf...  porque a Kim, decíamos, le apetecía mucho que Shin Sang-ok dirigiera películas en su país, incluida una sobre el monstruo gigante llamado Pulgasari. Y también secuestró a la actriz principal, la señora Chon Eun-lee, que era la esposa de Shin Sang-ok, el mismo día de 1978, o quizá más tarde. Y se trajo de Japón a varios expertos en la filmación de kaijus, incluyendo al célebre (en ciertos ambientes y épocas y contextos) actor Kenpachiro Satsuma, el cual, en 1985, un poco más tarde del estreno local de Pulgasari,  llegaría a la cúspide de su carrera artística interpretando al mismísimo Gojira. Que no es un dato que venga al caso, ¿o sí?

Las preguntas no tienen fin. ¿Cómo se sintieron Shin Sang-ok y Cho Eun-lee trabajando en una película producida por el estado que era el archienemigo de su tierra y de su gente, una película cuyo guión lo había escrito el hombre (¿se le puede calificar así?) que había ordenado su secuestro en 1978, el hombre que gobernaba ese país extraño con mano de hierro? ¿Qué pensarían? ¿Iban al set escoltados por esbirros? ¿Por militares especialmente entrenados para entrar en contacto con los hediondos representantes del capitalismo imperialista surcoreano sin vomitar, o sin infectarse ideológicamente? ¿Hablaron con Kim? ¿Cenaron con él? ¿Los encerraron en una mazmorra, o vivían rodeados de lujo en algún hotel o búnker o instalación secreta para artistas secuestrados? ¿La pareja había leído 1984? Y si lo leyeron, ¿se entristecieron o rompieron a reír, una risa triste, como diciendo "Orwell, no tienes ni puta idea"? ¿Y qué decir de Kenpachiro Satsuma, el hombre que se enfundó en el disfraz de Pulgasari? En una entrevista, Satsuma afirmó que Pulgasari le había parecido mejor película que el remake de Godzilla que hizo Roland Emmerich en 1998. ¿Por qué? ¿Tiene alguna importancia? El sentido común afirma que no, un no rotundo, pero hay algo, algo idiota y seguramente no adaptativo, que susurra: sí, has de hablar de ello, tienes que hablar de ello

Pulgasari es un monstruo bueno, en el sentido de que defiende al proletariado (feudal) de la tiranía del capitalismo (feudal). Es un monstruo que pertenece a la mitología (feudal) coreana. Es una cosa absurda de treinta metros de altura y ojos de mamífero pero aspecto general de dragón, de dragón oriental, no occidental, y con cuernos además, como un dinosaurio chino que te mira como una oveja y tiene cuernos de toro bravo, que al principio es pequeño, pero cuando se le riega con la sangre de una pobre campesina oprimida, de repente crece, o florece, para convertirse en una legendaria bestia gigante. Una bestia comunista kaiju consciente de la opresión capitalista que come metal. ¿Qué significa todo esto? ¿Qué quiere decir toda esta locura? Imaginemos a Kim Jong-il escribiendo el guión de esta alucinación absurda. Con pluma o lápiz o una máquina de escribir rusa. Quiere explicar a su pueblo (al que gobierna con mano de hierro etcétera) lo que se supone que hay dentro de su corazón, o del agujero con forma de corazón que tiene en el pecho: y escribe sobre un monstruo gigante que ayuda a los campesinos coreanos a derribar una dinastía corrupta y viciosa encabezada por un rey que es la máxima expresión de la corrupción y del vicio. Y de la avaricia, claro. Como si fuera Henry Ford en la Corea medieval, o el tío Gilito en la Corea medieval. Si ven la película, verán que el rey habla como un pato. Propaganda, podría decirse, pero la propaganda no es un delirio, o no es un delirio de este tipo. La propaganda es como un trastorno obsesivo-compulsivo, y las películas de monstruos gigantes son como crisis psicóticas, y enamorarse es como ser adicto a la cocaína, como dicen en la Jot Down Magazine y sitios así. Desde luego, podemos estar equivocados en esto. Quizá el rey corrupto y vicioso era él, Kim Jong-il, y el campesinado oprimido era el pueblo oprimido y hambriento y muerto de miedo de Corea del Norte, y Pulgasari, el monstruo con ojos de oveja, encarna el terror loco que Kim Jong-il tiene al golpe de estado, a la pérdida del poder, al temor de que muy pronto al pueblo se le acabarían las tragaderas y que entonces le fusilarían o le echarían a los perros o lo que fuera, y él, Kim Jong-il, no podría ver más películas de John Ford y Federico Fellini en su cine privado porque estaría muerto, o a lo mejor en el Valhalla bolchevique encendiéndole los puros a Stalin y hablando con Kropotkin de la plusvalía, o sobre cuál es la mejor estación para pintar, si la primavera o el otoño . ¿Qué significa todo esto? Peor: ¿significa algo? ¿Significa algo que el arroz, la cantidad de arroz, el cultivo de arroz, sea el leitmotiv oculto de Pulgasari, según el crítico y analista estadounidense Jonathan Ross? Y ¿quién es Jonathan Ross? ¿Quién hostias es ese Jonathan Ross?

De modo que hemos acabando escribiendo esta mierda. Porque es difícil escribir, y más difícil es resumir.


No hay comentarios:

Publicar un comentario