martes, 27 de enero de 2015

ENCIENDE UNA VELA, O ENCIENDE MIL

Micrografía electrónica de una célula de adenocarcinoma replicándose.
Obtenida por investigadores de Eli Lilly, encontrada aquí.
 
Acabo de leer en un libro titulado Sonríe o muere que una mujer con cáncer de mama en fase IV (no hay fase V, amiguitos), al enterarse de que el Cangrejo había alcanzado sus huesos, escribió al sanador cuántico y gurú de la meditación y negacionista del sida Deepak Chopra lo siguiente:
 
A pesar de que sigo los tratamientos, de que he trabajado mucho para librarme de todos los sentimientos tóxicos, he perdonado a todo el mundo, he cambiado de hábitos y he empezado a meditar, a rezar, a comer bien, a hacer ejercicios y a tomar suplementos, el cáncer vuelve una y otra vez. ¿Se me está pasando por alto alguna lección que debería extraer del hecho de que continúen las recidivas? Estoy segura de que al final ganaré, pero cada vez que me dan un diagnóstico me cuesta más mantener una actitud positiva.
 
Y Deepak Chopra, en vez de callarse la puta boca, o decir algo estúpido pero inane, por que qué se le puede decir a esta mujer que no sea estúpido e inane, le responde:
 
Según mi opinión, estás haciendo todo lo que está en tu mano para curarte. Solo tienes que seguir así hasta que el cáncer se vaya de una vez por todas. Ya sé que resulta muy decepcionante el ir haciendo tantos progresos y ver que vuelve, pero a veces el cáncer es verdaderamente pernicioso, y exige la mayor diligencia y la mayor determinación para que llegue el momento en que lo superes.
 
OK. De acuerdo. Es una respuesta optimista y respetuosa. Pero hay algo que me huele mal, muy mal, y lo siento si ofendo a algún creyente en el poder curativo del buen rollo, pero así es. Porque da la sensación de que la mujer con cáncer de mama en fase IV (no hay fase V) tiene que ser positiva. Es decir, además de padecer los efectos tóxicos de la quimio o radioterapia, sufrir dolor y sentir como algo indescriptible se la está comiendo por dentro, tiene que meditar y rezar y perdonar a todos y poner buena cara y comunicar sus fallos de actitud al maestro zensuni de turno. No lo entiendo. No entiendo por qué no es suficiente con lo que tiene, no sé por qué cojones tiene que ser positiva. Como si el hecho de que acabara perdiendo la vida fuera resultado directo de la actitud: como si el hecho de no mantener una actitud sobrehumana de alegría loca y optimismo la condenara a muerte. Creo que es una locura. Creo que quien afirma, directa o sutilmente, que una persona con Cangrejo muere porque se dejó morir no tiene entrañas.
 
Maldito seas, Deepak Chopra.
 
Esa es mi opinión. No sé si les ofenderé. En ese caso, lo siento mucho. Pensemos, si es posible, en el cáncer de mama. El cáncer de mama no es otra cosa sino un puto monstruo. En los viejos tiempos, en el Egipto antiguo o en la época de Galeno, solamente había un pronóstico para el cáncer de mama: no hay cura. Con el progreso de la cirugía, surgió la mastectomía. Amputar el tejido del pecho afectado por el mal. Dicha técnica conoció un gran avance con la figura del cirujano norteamericano de apellido Halsted. Halsted, un  genio del bisturí cocainómano, inventó la mastectomía radical. Consistía en amputar todo el pecho encangrejado. Y los tejidos linfáticos subyacentes (muy radical). Y quizá parte de la pleura pulmonar (la hostia de radical). Y quién sabe, a lo mejor era necesario cortar un puñado de nervios asociados al sitio (ultra radical, sin duda). Lo que podría provocar, además de la mutilación, la pérdida de la capacidad de movimiento en un lado del cuerpo. Pero la cosa no quedaba ahí. A veces, para asegurarse, decían Halsted y sus entusiastas discípulos, podría ser necesario retirar una o varias putas costillas. El no va más de la radicalidad. ¿Por qué ese horror? Halsted y sus amigos eran médicos, no asesinos, pero se las veían con uno de los asesinos más despiadados de la humanidad. Debían ser duros: no podía temblarles el pulso. A veces sus mastectomías tenían éxito y las desfiguradas pacientes vivían. Pero a veces, de hecho muchas, demasiadas veces, y pese a haber recurrido a la más radical y sangrienta de las mastectomías, el mal volvía. En ocasiones en el otro pecho, en ocasiones en un lugar muy alejado y escogido como por azar. Y la paciente moría. Por segunda vez. ¿Halsted era bueno, malo, regular? Ni puta idea.
 
Este estado de cosas persistió hasta que se descubrió que la radiación y los venenos celulares eran capaces de masacrar al Cangrejo y las pacientes protestaron e hicieron valer sus derechos. Y a veces los cirujanos, fieles al juramento hipocrático, realizaban la mastectomía inmediatamente después de la biopsia, con la paciente anestesiada, sin haber solicitado su consentimiento. "He salvado otra vida", pensaba el cirujano. Y cruzaba los dedos.
 
Pero atención. La quimioterapia y la radioterapia tampoco son una cura del cáncer de mama. Ambos procesos (inyectar productos citotóxicos en el torrente sanguíneo o irradiar el tejido neoplásico quemando células), como ya saben, no discriminan entre células malignas en replicación y células normales en replicación. Ambos procesos destruyen por igual lo que está sano y lo que está enfermo. Es como matar moscas a cañonazos, o como me dijo una vez un médico: como matar una cucaracha echando abajo las malditas paredes. Y esos procesos no son definitivos, no son como el salvarsán que aniquila de una vez y para siempre jamás el bacilo de la sífilis. Pueden prolongar la vida de las víctimas del monstruo, pero no la curan. El monstruo puede volver. O no. Y no son tratamientos gentiles. Joder, no lo son en absoluto. ¿Conocen un compuesto químico llamado cisplatino? Las enfermeras solían referirse a este compuesto con el simpático nombre de "cisvomitino". Provoca de media veinte vómitos al día, la gente vomita tanto y con tanta fuerza que le acaban estallando los vasos sanguíneos de los ojos, ¡y les meten microgramos de esa mierda en las venas y lo llaman cura! He tenido el dudoso gusto de ver el cisplatino en acción, aunque no lo he sentido en mis carnes, y eso por un lado me hace sentir alivio, lo que es espantoso pero cierto, y por otro lado me hace gritar de rabia. Como dijo no sé quién, cuando se lucha con el Cangrejo (porque se trata de una maldita guerra) seguimos anclados en la barbarie: el Cangrejo se corta, se quema o se envenena. No hay alta tecnología médica aquí. Se siguen practicando muchas mastectomías. No hay balas mágicas.
 
Tampoco se conoce demasiado la etiología de la enfermedad y no hay una lista completa de factores de riesgo. Demasiados factores, abrumadora complejidad. El hecho puro y duro es que una mala jugada de cartas genética (oncogenes que se expresan cuando no deben y genes supresores de la proliferación celular irrestricta que no se activan cuando deben), unido a la edad y factores ambientales conocidos algunos, desconocidos otros, que pueden prevenirse relativamente (las mamografías son eficaces con mujeres que han superado la menopausia, mucho menos con mujeres que no), todo ello con múltiples variables de incidencia que no se conocen muy bien, hace que, a veces, en ciertas mujeres y no en otras, las células de los diversos tejidos de sus pechos decidan proliferar. Y proliferar. Y proliferar. Y etcétera. No les cuento nada nuevo. Es que estoy obsesionado con la idea. Lo siento.
 
Y algo parecido sucede con prácticamente todos los tejidos de los órganos del cuerpo de una persona, porque los órganos de la gente están hechos de células, maldita sea. Y el problema está en las células, en nuestras células de nuestros órganos, aunque a veces intervengan agentes externos como malos hábitos, virus o bacterias. Es un puto lío de mierda. Hay que saber más. Investigar más. Se pueden encender todas las velas rosas que se quieran; se pueden vender todos los putos ositos de peluche con lacito rosa que existen bajo el arcoíris; se pueden llenar las paredes de las salas de espera de oncología de los hospitales con pósteres chulos con lemas bonitos (A VECES NO PUEDES QUEDARTE QUIETO PARA COGER EL TREN DE LA VIDA, SINO QUE DEBES CORRER HACIA ÉL) hasta que ya no se vea la pintura de colores tranquilizadores de los azulejos; los psicólogos pueden dar todas las pautas de comportamiento ante el desafío del cáncer que aparezcan en sus libracos; se puede rezar a Dios, a los santos o a los cristales de energía. Supongo que nada de eso es malo. No hace ningún daño. Pero hay que saber más, joder.
 
Debemos conocer al enemigo.
 
Creo que no es de extrañar que la gente tenga miedo del monstruo, de que un buen día un señor o señora con bata blanca le diga que tiene esa cosa cuyo nombre no debe ser pronunciado en público. El Cangrejo, la grave dolencia, la terrible C. Y por eso necesitamos negar la maldita realidad. Les dirán, oirán y leerán muchas cosas al respecto. Que no mata el cáncer, sino la quimioterapia. Que una buena dieta, follar mucho, creer en el unicornio rosa invisible, tener una alta autoestima o evitar el estrés hace que te libres de contraer el cáncer. Que desde hace décadas existe la cura definitiva, y que dicha cura no se ofrece a la humanidad doliente por causa de la nefasta influencia del dólar y los tenebrosos manejos de Big Pharma. Que la mente controla el cuerpo, que la consciencia universal cuántica configura la realidad, y que si lo deseas, si lo deseas mucho, si lo deseas de verdad, de alguna forma lograrás que una célula maligna de tus pulmones opte por no proliferar. Es probable que alguien les diga, muy serio, que la negatividad produce cáncer de escroto. Sí, escucharán que la gente que vive en contacto con su yo interior, o en contacto con la naturaleza, o con Manitú, jamás conocerá a nuestro viejo amigo el Cangrejo. Leerán incluso que el puto monstruo es un "don", una "oportunidad" que se nos ofrece para conocer "el verdadero significado de la vida", algo que nos permitirá ser "mejores personas". Por lo tanto: si te toca, a poner buena cara y a dar gracias por la maravillosa oportunidad. Es una enseñanza que te da la vida. A no ser que, hostia puta, te mueras.
 
Todo esto me pone malo. Lo siento. Así es.
 
Porque pude observar detenidamente cómo una buena persona, una persona mucho mejor que yo, una persona a la que amaba, se iba al otro barrio hasta arriba de neomorfina. Escupiendo sangre negra, al final. Lo siento. Fue una observación empírica. Encendí velas y todo, ¿saben? Pero.
 
Enciende una vela, enciende mil. Al Cangrejo le importa un carajo.
 
 
 
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario