sábado, 31 de enero de 2015

OTRA DE DICK

Amazon ha serializado una novela de Philip Kindred Dick (a partir de ahora, PKD). El piloto en HD es accesible gratuitamente aquí, si es que viven en EE.UU., Canadá o Japón, ya que hay limitación territorial, y también se podía ver en YouTube en calidad High Shit en el resto del mundo. Ya no. Han cancelado la cuenta asociada.
Ha sido producida por Ridley Scott, el director que antaño entregaba maravillas de celuloide a un mundo agradecido, y que ahora defeca zurullos de celuloide en un váter atascado, por lo que todos podemos olerlos. El piloto lo ha dirigido uno de los encargados de la serie Héroes, así que seguro que está bien, porque la serie Héroes es muy buena. O eso dice nuestro vecino del cuarto, que tiene doce años. Con estos mimbres es imposible que sea mala.

La novela es, obviamente, The man in the High Castle, el libro de 1962 en el que PKD amablemente deja un poco aparcadas gran parte de sus alegres paranoias producto de las anfetaminas y cuenta cómo sería el mundo si el Eje hubiera o hubiese ganado la Segunda Guerra Mundial. Estamos ante una de las más famosas ucronías de la historia de la ciencia ficción, en la que hay ucronías a cascoporro. Decíamos que no es una novela muy dickiana, aunque hemos de decir también que se emplea el Libro de los Cambios (o I Ching) para embarcarse en una curiosa indagación sobre el concepto de Realidad, y la trama de espionaje que desarrolla termina convirtiéndose en una alucinada sitcom en la que los personajes de pronto dejan de actuar como seres racionales y hacen y dicen cosas jodidamente raras. Algunos dicen que esta novela es la mejor creación de PKD; otros dicen que no hay que hacer caso a los que dicen eso, que la mejor obra de PKD es Ubik, y que al que diga lo contrario hay que darle una colleja. Pero una colleja de las que pican. De las que dejan la nuca enrojecida. De esas collejas que suenan. Como nosotros no hemos leído ninguna novela de PKD y hablamos de oídas como es habitual, no sabríamos decir cuál es la mejor.
En la novela los nazis son presentados bajo un prisma mucho más oscuro que el de los japoneses. De hecho uno de los protagonistas es un japonés de lo más majo. Eso no importa si se lee a lo loco, suponemos, pero cualquiera que sepa algo sobre la masacre de Nankín, por ejemplo, o sobre el Laboratorio de Investigación y Prevención Epidémica del Ministerio Político Kempeitai, o sobre los desmanes del Ejército Imperial en el Pacífico, podría no estar del todo de acuerdo. Porque si se conoce aunque sea de refilón toda la mierda japonesa  de las décadas de 1930 y 1940, puede sobrevenir la sensación de que PKD no conocía estos hechos lamentables, o que no le importaban. Como PKD nos cae bien nos inclinamos a pensar que no los conocía en detalle. Es sabido que se documentó exhaustivamente sobre la Alemania nazi para escribir su magnum opus, pero quizá no escarbara tanto en la historia del Japón Sowa. Y el horror nazi, al ser europeo, pretendidamente culto y de lo nuestro, a lo mejor deja más huella en las mentes atribuladas de Occidente que el horror japonés.
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En la ucronía de PKD, pues, el punto de divergencia parece consistir en que Roosevelt la espicha antes de Pearl Harbour. El Eje gana la guerra y ocupa zonas de los Estados Unidos.  Los nazis han instalado campos de concentración y cámaras de gas en Nueva Jersey (ellos ocupan la costa este de los Estados Unidos) y han colonizado la Luna y hay una bandera con la esvástica plantada en Marte. Y los blancos con estatus de San Francisco se hacen llamar pinocs y se broncean artificialmente para parecer japoneses (que ocupan la costa oeste de los Estados Unidos). Entre ambas colonias, hay un territorio no ocupado que hace de tampón y al que llaman el Ucrónico Estado de las Montañas Rocosas o algo así. En la novela África ha sufrido un genocidio ucrónico espantoso al que se alude tenebrosamente pero que no se explica en detalle, y los nazis desecan el Mediterráneo con bombas de hidrógeno para plantar nabos. También se describe un floreciente mercado de antigüedades norteamericanas certificadas (relojes de Mickey Mouse, entradas para un espectáculo de Broadway de los años veinte, revólveres de la Guerra Civil) que los japoneses coleccionan con fervor y ucrónicamente. Otro aspecto curioso y ciertamente ucrónico (que por lo visto no ha sido adaptado para la serie de Amazon) es que la esclavitud de los negros ha vuelto a instaurarse en territorio norteamericano. Pero lo mejor de todo es que en el universo ucrónico de la novela existe un autor de bolsilibros cutres (nos tememos que un trasunto del propio PKD) que ha escrito La langosta se ha posado, una novela prohibida por los ocupantes en la que las cosas suceden como en nuestro mundo. Es decir, los Aliados ganan la Segunda Guerra Mundial. Es este juego de espejos, la novela barata dentro de una novela barata, lo que otorga a El hombre en el castillo la categoría de genialidad gafapástica. Aunque sea genialidad gafapástica barata. Y sí. Nos encanta la palabra "ucronía" y la usamos siempre que tenemos oportunidad.
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PKD puso de moda un poquillo (en el campo de la literatura fantástica de ciencia ficción, que es un campo bastante feo y artísticamente desagradecido, lleno de cagadas de vaca y matorrales mustios, un campo en el que pacen y berrean los consumidores infantiles de basura que no han llegado a apreciar por falta de madurez y perspectiva la Verdadera Literatura) las historias con nazis triunfantes. Suya es también la norma de estilo no escrita de las ucronías nazis que consiste en que, si habla un nazi, lo hace en una extraña jerga mixta en la que se mezclan palabras normales y palabras nazis, como por ejemplo:

- Pepe, ¿dónde has dejado el Edelweiss de corcho que te regalé para celebrar el trigésimo quinto aniversario del Partei?
- Pues no lo recuerdo, meine fraülein.
- Ostras, esta casa necesita más lebensraum

, y cosas así. El objetivo es dejarle claro al lector que los personajes que así hablan son nazis. El caso es que las novelas de nazis triunfantes suelen ser best-sellers, y es que mucha gente disfruta leyendo las narraciones de nazis alzándose con la victoria. Quizá sea porque esos capullos del paso de la oca y el Führer bohemio y la maquinaria de guerra y los uniformes negros de Hugo Boss siguen fascinando a los buenos pequeñoburgueses temerosos de Dios.








Pero parece que la serie de aleja de los preceptos de PKD y toma otros derroteros. La mayoría de las críticas están siendo positivas, incluso entusiastas, pero los hay que echan de menos el sabor dickiano, como hacen aquí. Por otra parte, viendo lo que se puede ver, se comprueba que la sombra de la HBO es alargada. Eso sí, mezclar la bandera de las barras y estrellas con la cruz gamada es todo un puntazo. 


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