miércoles, 12 de febrero de 2014

HOMENAJE A LOS ARTRÓPODOS, PRIMERA PARTE

- Un día vi dos escarabajos muy raros y tomé uno en cada mano y en ese momento vi un tercero. No pude resistir la tentación y me llevé uno a la boca para liberar una mano, pero en ese momento expulsó un líquido tan ácido que me vi forzado a escupirlo. Perdí así dos escarabajos.
CHARLES DARWIN, Autobiografía.
 

La mantis africana Miomantis caffra comiéndose una mosca:
¿no es encantador?

 
Es poco probable, querido lector, que en el transcurso de una reunión de antiguos alumnos o cena con los compadres o comida navideña o salida al cine con el novio/la novia  o charleta por el Whattsup con el grupo Coleguis de la Asociación de Amigos de la Petanca surja el tema de los artrópodos. Es normal, ya que en dichas ocasiones se suelen mencionar temas como la política, los espectáculos, la salud de los familiares y conocidos y el vital asunto de por qué ese compañero de trabajo es tan hijo de puta; pocas veces usted o sus relativos van a tener la necesidad de hablar sobre el grupo de animales más extenso, variado, asombroso y loco de la Tierra. Lo que es una pena. Pero en el improbable caso de que en el transcurso de tales eventos surja el tema de los artrópodos, aquí tienen un sencillo ABC para deleitar a sus amistades con conocimientos y curiosidades varias. Este es un blog amigo y estamos para ayudar. También va a ser un rollazo de cojones.
 
Repasemos lo esencial:
 
1. Los artrópodos son animales. Éste es un dato fundamental. No son ni plantas ni hongos ni bacterias ni notarios. Así lo quiso Dios. El nombre significa pata articulada, y es por eso que a los artrópodos también se les conoce como "los animales de patas articuladas". Deben este apelativo a sus peculiares apéndices para la locomoción, que parecen los de un transformer particularmente raro. También son invertebrados (no tienen huesos), y de tamaños que van desde lo pequeño hasta lo microscópico. Milpiés, langostas, escarabajos, abejas, arañas, hormigas, cangrejos, escorpiones, trilobites, libélulas, cacerolas de las Molucas: todos ellos son artrópodos. Como se pueden imaginar (solamente hay que pensar en el mogollón de hormigas que hay en un hormiguero) el número total de artrópodos en tanto individuos es incalculable. Por ahora se conocen formalmente (es decir, se les ha puesto nombre y apellidos en alguna publicación zoológica de carácter oficial) como un millón doscientas cincuenta mil especies de artrópodos. Pero se piensa que el número de real de especies al menos triplica esa cifra, y su contribución a la biomasa total del planeta va pareja a ese dato: las hormigas pesan mucho más que los tigres. Piénsenlo: en este mundo hay por lo menos dos y es posible que hasta tres veces más cantidad de artrópodos que de animales adscritos a cualquier otro grupo. Dios hizo artrópodos a cascoporro. Si hablamos de vertebrados, los artrópodos nos ganan por más de 100 a 1 en especies, y posiblemente por 1000 a 1 en individuos. Si medimos el éxito evolutivo por el grado de biodiversidad, los artrópodos nos ganan de calle. Por eso es por lo que no solemos medir el éxito evolutivo en base a la biodiversidad; preferimos hacerlo midiendo algo llamado inteligencia, que es lo único que nosotros tenemos y los artrópodos no.

Nos ganan por la mano.
Diversidad relativa de los diversos fila de multicelulares
(no se incluyen los distintos tipos de bacterias).
Fuente: aquí.
 
 
2. A la mayoría de nosotros los artrópodos nos resultan un poco asquerosos. O un mucho. Los vemos como diminutas máquinas vivientes de muchas patas que van por ahí reptando, saltando, bullendo, revoloteando y parasitando en una existencia repugnante y sin sentido. Son cosas que están muy alejadas de la bondad estética de un ciervo al atardecer, o de la gracilidad de un colibrí aleteando ante una flor, o de la cuquería de un gatito haciéndole carantoñas a un bebé. Maldita sea, comparemos un bebé con una cucaracha hozando en las pelusas que proliferan detrás del frigorífico: hay que estar muy enfermo o ser Guillermo del Toro para preferir a la cucaracha. Es por eso que a la gente le apena la muerte de un delfín sonriente o de un oso panda o incluso un aye-aye, pero le importa una mierda que las abejas se estén yendo al Infierno a marchas forzadas. Sin embargo, son seres tan insólitos como a su manera bellos, y conocerlos no nos va a hacer ningún daño. Al contrario: saber de su variedad, morfología, hábitos y hazañas adaptativas nos puede inculcar humildad y provocar asombro (que es una sensación cojonuda) en cantidades industriales. Y dado que muchos artrópodos suponen una molestia más o menos grave para nosotros (mosquitos que transmiten el dengue y plagas bíblicas de langostas por poner dos ejemplos), podemos al menos respetarlos (u odiarlos) como peligrosos enemigos. De todas formas, lo que pensemos de los artrópodos es irrelevante: a ellos se la suda lo que podamos decir o hacer; y cuando la raza humana se extinga, los artrópodos seguirán reptando, saltando, bullendo, revoloteando y parasitando como siempre han hecho.


Un estomatópodo, también conocido como "gamba-mantis"
(en este caso un ejemplar de Odontodactylus scyllarus).
Estos crustáceos son criaturas realmente alienígenas,
capaces de matar a distancia.
Más sobre los hábitos de caza de las gambas-mantis
y otros portentosos hechos acerca de ellas aquí.
 
 
3. Los expertos pensaron durante mucho tiempo que los artrópodos procedían de algún gusano anélido ancestral. Los anélidos son criaturas vermiformes cuyo rasgo distintivo es que tienen boca, y dado que los artrópodos también tienen boca, se pensó que un buen día un anélido desarrolló un caparazón y le salieron patas y voilà, ahí tenemos al primer artrópodo. Hoy en día eso ya no cuela, y se cree que los artrópodos tienen algún tipo de parentesco con los onicóforos. También llamados "gusanos aterciopelados" porque tienen forma de babosa y colores vistosos y son bastante etéreos para ser gusanos, los onicóforos poseen una serie de rasgos homólogos con los artrópodos. En primer lugar, cambian de piel (o cutícula) de forma periódica, un proceso que se denomina ecdisis. En segundo lugar, aunque tienen una cefalización débil - su cabeza no se distingue mucho del resto del cuerpo - y sus ojos son muy cutres, sus cerebros, a diferencia de los cerebros de los anélidos, tienen un tamaño bastante grande para ser criaturas que miden unos cuantos centímetros de largo, y en eso se parecen a los artrópodos. Y en tercer lugar, poseen un sistema respiratorio basado en tubos llamados tráqueas y agujeritos llamados espiráculos que se abren en la piel, como los artrópodos, y tienen un hemocele (que es propio de los sistemas circulatorios más "primitivos" ya que consta de un saco corporal lleno de sangre que se impulsa hacia los órganos gracias a una bomba que podría llamarse "corazón" si le echamos morro) también como los artrópodos. Y lo más importante es que los onicóforos tienen una especie de patitas gordezuelas para moverse por donde sea que se muevan (los sabihondos las llaman lobópodos) que casi casi parecen patas de verdad, y una suerte de apéndices en la cabeza (que yo sepa estas estructuras no tienen nombre) que casi casi parecen antenas. Dado que los artrópodos tienen patas y antenas, se piensa que tales estructuras en los onicóforos son sinapomorfías con los artrópodos, o en otras palabras menos jodidas, una novedad evolutiva que comparten onicóforos y artrópodos y que sitúa a los primeros como posibles ancestros de los segundos. De modo que es factible considerar a los supuestos onicóforos del primordial Precámbrico como posible origen del frondoso árbol de los artrópodos. Pero no es seguro. La evidencia fósil es escasa por decirlo con suavidad, y los estudios moleculares hasta el momento no han hecho más que arrojar confusión: algunos incluyen a los onicóforos dentro de los artrópodos, otros los sitúan entre los anélidos, y por lo visto existe por lo menos uno que afirma que los onicóforos no tienen nada que ver con los artrópodos y ha incluido a un tercer tipo de criaturas (los extrañísimos tardígrados) en el baile, y es todo un lío. Quedémonos con que los artrópodos y los onicóforos tienen algo que ver entre sí. Puede parecerles una tontería, pero hay amistades que se han roto y matrimonios que han fracasado debido a la Polémica del Origen de los Artrópodos. Poca broma.

Un cladograma no muy consensuado (visto aquí) que muestra la posible
relación evolutiva entre onicóforos, tardígrados y artrópodos. Los tres
filos están agrupados en el superfilo Ecdysozoa (los tres grupos
presentan ecdisis, o muda de la cutícula).

El gusano aterciopelado terrestre actual Eoperipatus totoro.
Fue descubierto en Vietnam en 2007, lo de
"totoro" se lo pusieron por una película japonesa de animación
titulada Mi vecino Totoro. Menudos cachondos.
Adviértase la cutícula, los lobópodos capaces de orientarse en
distintas direcciones y las pseudoantenas.
Encontrado en la Wikipedia, cómo no.




Este trozo de roca con algunas marcas borrosas es en realidad
un fósil del precámbrico sueco, llamado Xenusion auerswaldae.
Para algunas autoridades es poco menos que el eslabón perdido
entre onicóforos y artrópodos; para otros no está tan claro
y lo relacionan con la enigmática fauna ediacarana, que no tiene nada que ver.
Ése es el problema al interpretar marcas borrosas en piedras.
Si son animosos, más información aquí.




 
4. Si el origen de los artrópodos es objeto de debate, más todavía lo es cómo se relacionan los diversos tipos de artrópodos entre ellos. Vamos a surcar los agitadas y a la vez adormecedoras aguas de la taxonomía biológica, la ciencia que estudia las relaciones entre los organismos: ya perdonarán. Con respecto al tema que nos ocupa, el filo Arthropoda se divide tradicionalmente en cinco grandes grupos, o subfilos: Trilobitomorfa, Chelicerata, Crustacea, Miriapoda e Insecta (no es que me haya vuelto más redicho de lo normal, es que los nombres de los filos y subfilos se escriben en latín). Un vistazo somero a los cinco grupos:

 a) Los trilobites ("tres lóbulos") están todos muertos. Al igual que los dinosaurios y los tigres de dientes de sable, estas criaturas son un icono de la vida antigua, extinta y superada, lo que es injusto. Es posible que parecieran cochinillas de la humedad a la que alguien hubiera aplastado a martillazos y que su modo de vida, enfocado a arrastrarse por el lodo marino escarbando basura, no sea muy cool. Pero también son bellos y eficientes diseños del Creador (o del relojero cegato). Además, para ser animales tan antiguos sus ojos podían llegar a ser obras maestras de la ingeniería óptica.


Merostomata et trilobita, grabado de Ernst Heinrich Phillip Augustus Haeckel.
Haeckel dibujaba de puta madre, y sus grabados más hermosos fueron reproducidos
en el libro Kuntsformen der Natur, libro que es hoy pieza de coleccionista
(disponible aquí online).
En este grabado aparecen diversas especies peculiares de trilobites,
además de dos euriptéridos (centro superior y centro inferior).


b) Los quelicerados incluyen desde las arquetípicas cacerolas de las Molucas (fósiles vivientes) hasta las arañas viudas negras, pasando por los escorpiones y sus escalofriantes antepasados los euriptéridos o escorpiones de mar (a los que hay quien llama gigantostracos, etiqueta molona donde las haya). También hay otras criaturas queliceradas con nombres griegos que parecen insultos, y que no nos son tan conocidas, y que prosperan obscenamente en los rincones oscuros y sombríos del mundo, como los picnogónidos (que son  como arañas marinas blancuzcas de patas largas y finas y muy repelentes).

Una araña saltadora (género Salticidae) de Singapur.
Estas arañas (se conocen unas cuatro mil especies)
no fabrican telas sino que cazan al acecho,
auxiliadas por un sentido de la vista excepcionalmente eficaz.
No hay más contar los ojos.
Fotografía de Jimmy Kong.

c) Los crustáceos: aquí tenemos a los cangrejos, las langostas, las gambas (las comadrejas de la mar como las llamó un carcinólogo), los percebes, los copépodos, los pentastómidos, los tantulocáridos, los remípedos, los cefalocáridos... y en general cualquier bicho protegido con placas y provisto de largas antenas que pulule en el agua y tenga un nombre extraño. Los carcinólogos, por cierto, son los especialistas en crustáceos.



El cangrejo de los cocoteros, Birgus latro, es grande de cojones.
De hecho, es el artrópodo terrestre más pesado que se conoce
(¡unos cuatro kilos de rico cangrejo!).
 
 d) Entre los miriápodos más conocidos tenemos a los milpiés y los ciempiés, esas criaturas quitinosas alargadas de múltiples patas que hacen chillar a los familiares con menos temple si aparecen reptando en el pasillo de la casa del pueblo. También incluyen a los paurópodos y los sínfilos, seres mucho menos conocidos que parecen ciempiés pobretones.
 
 

Un colorido ejemplar de la familia Scolopendridae (ciempiés).
Mayormente pueden parecernos horrores articulados que hielan la sangre,
pero hay quien los adora y cría en terrarios especiales.
Todas las escolopendras son carnívoras y la mayoría venenosas para más inri.


e) Los insectos son los verdaderos amos de la Tierra, por mucho que el puto Barack Obama se dé aires. Por lo menos de la parte de Tierra que está sobre el mar. Un quinto de todos los animales terrestres son escarabajos: lo que significa que, si escoge a un animal al azar en cualquier parte del mundo que no sea un polígono industrial en Siberia, escogerá un escarabajo una de cada cinco veces. Se conocen un millón de especies de insectos, y cada vez que a un entomólogo le da por fumigar un árbol en el Amazonas y estudiar los bichejos que caen de las frondas aparecen tres o cuatro especies nuevas. Hay insectos que viven en escapes de petróleo; hay insectos que prosperan en aguas contaminadas con lluvia ácida; hay insectos diminutos que conforman una especie de plancton aéreo. Hay insectos-bombilla, insectos que lanzan chorros de ácido, insectos que se guían mediante la Vía Láctea, insectos que conocen los números primos, insectos que construyen rascacielos, insectos que guardan rebaños, insectos comunistas, insectos que crecen en el interior de otros insectos y al nacer los revientan, insectos que ven el mundo en el rango ultravioleta del espectro, insectos vampiros, insectos con penes retráctiles... La variedad de formas y los hábitos extraterrestres son casi infinitos en el universo de las criaturas de seis patas.
 
 

Las hormigas de la especie Camponotus saudersi poseen
escuadrones suicidas: ciertos miembros de la casta soldado
están repletos de ácidos corrosivos que pueden liberar
si la integridad de la reina se ve en peligro...
usando unos curiosos músculos que les permiten autodecapitarse.
Créanlo o no. Ésta es la fuente.

 

Acanthaspis petax es un escarabajo mirmecófago, es decir,
come hormigas. Pero no solamente se las come, sino
que deposita sobre su caparazón los exoesqueletos
para a) evitar la depredación y b) llenarse
con feromonas de hormiga y de ese modo
poder introducirse en los hormigueros sin
ser detectado. Cuento de terror hallado aquí.


 
5. Con respecto a las relaciones familiares entre todos estos organismos, se puede decir que hay dos grandes escuelas taxonómicas. Una es la del árbol TCC: esta tendencia se inclina a dividir a los artrópodos en dos ramas principales: la de los trilobites-quelicerados-crustáceos sería la más antigua, y la de los insectos-miriápodos la más moderna. Dice que los insectos y miriápodos son relativamente innovadores mientras que los TCC (una sigla formada por las primeras letras de los subfilos implicados) dominaron el mundo artrópodo durante la mayor parte de su historia. La segunda escuela taxonómica, y la que goza hoy de mayor aceptación, es la que incluye a insectos, miriápodos y crustáceos como grupos hermanos y los engloba en una división llamada formalmente Mandibulata. Los trilobites y los quelicerados formarían la división más antigua y precursora de los mandibulados. Todos los artrópodos mandibulados poseen eso mismo, mandíbulas, o complejos aparatos bucales compuestos de muchas partes móviles e interconectadas que vistas de cerca dan bastante yuyu. Más allá de esto, reina el caos: nadie sabe muy bien cuándo apareció cada grupo, qué grupo dio origen a qué otro y en realidad los congresos de sistemática de los artrópodos suelen acabar en hostias, una especie de versión zoológica de las trifulcas entre merengues y culés. Imagine al pobre artropólogo desvelado en la madrugada, preguntándose angustiado: ¿qué rasgos de los miriápodos harían que formaran un grupo monofilético?, o peor: ¿qué sinamoporfía comparten los quilópodos y los migalomorfos? El saber conlleva sufrimiento.
 
 
Si hablamos de la filogenia de los artrópodos que viven hoy,
éste árbol muestra la disposición más aceptada.
Hallado aquí.
 
 
Lamentablemente, la visita al mundo de los artrópodos todavía no ha terminado.
 
 

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