domingo, 28 de julio de 2013

太平天國, PARTE I

Se llama Rebelión Taiping; ocurrió en el siglo XIX, en la China de los Qing o manchúes; se le denomina guerra civil, conflicto armado criptoreligioso, revuelta campesina masiva, o a veces el segundo conflicto más horrible de la Historia después de la Segunda Guerra Mundial. Fue una gran matanza. Algunos historiadores contabilizan veinte millones de muertos durante ese conflicto, otros treinta, otros cuarenta. No todo el mundo la conoce: yo no la conocía hasta hace poco. Es una historia terrible. Chapoteemos en la sangre. Va a ser largo.
 
1. La China manchú, los diablos extranjeros y el opio.
Pekín, 1830. La Dinastía Qing gobernaba el inmenso territorio chino desde hacía más de doscientos años. Las élites (llamados los mandarines) eran cultos y refinados: elegían un emperador de pacotilla y se encargaban de dirigir y controlar y asfixiar el país desde el Palacio Imperial gracias a una burocracia monstruosa como la Hidra y un funcionariado hinchado como Gargantúa. Mandaban sobre unos cuatrocientos millones de personas, principalmente campesinos. También había una enorme cantidad de drogadictos locos por consumir opio. Intentemos explicar lo del opio. En aquella época los bárbaros extranjeros (portugueses, holandeses, franceses e ingleses sobre todo) comerciaban con los representantes comerciales de los Qing en la ciudad abierta de Guangzhou; los bárbaros extranjeros estaban interesados en obtener té, seda y porcelana, y al principio pagaban con dinero. Al mismo tiempo, introducían (casi sin pretenderlo) en el país todo tipo de ideas, tecnologías y comportamientos alienígenas que los mandarines reprobaban pero aceptaban porque había pasta por el medio. Por unos años la cosa se mantuvo así.

China en .gif más o menos durante el apogeo de los Qing.
Cantón es Guangzhou, y no aparece Nankín, que está como al lado de Sanghái.
Fuente: Voyages Photos Manu
 
Pero había un problema: al pagar en metálico por el té, la seda y la porcelana (los chinos no eran como otros no europeos y no se conformaban con baratijas de mierda) los bárbaros extranjeros vieron que no hacían negocio (un economista diría que China estaba extrayendo demasiada moneda fuera de Europa, y eso no se puede consentir, ¡demonios!). Entonces a los ingleses se les ocurrió que podían pagar con opio en vez de con dinero. A muchos chinos les pirraba el opio. Los hijos de la Gran Bretaña tenían mucho opio producido en la India, así que no costaría mucho llevar barcos llenos de opio hasta Guangzhou, sobornar a las autoridades portuarias y al funcionario imperial encargado del comercio con los pálidos diablos extranjeros (en teoría el comercio de opio estaba estrictamente prohibido), y dar a las masas obreras de la ciudad y del resto del país una droga estupenda que hace que uno no tenga ganas de nada. Excepto de consumir más opio. Pronto hubo una verdadera epidemia de opiómanos. Muchos chinos se escandalizaron, pero otros chinos se hicieron ricos. Por unos meses la cosa se mantuvo así.
 
Chinos dándole al opio.
Fuente: Alejandro Morandini
 
Entonces llegó el año 1839 después de Cristo o el mes sexto del año 4353 y un tipo llamado Lin Zexu. Se trataba del nuevo funcionario imperial encargado del comercio con los bárbaros. Era un hombre íntegro, respetuoso de la ley e insobornable. Pero a veces son malos tiempos para ser un héroe. De inmediato Zexu dio muestras de su terrorífica honradez yendo a la zona de Guangzhou donde estaban las misiones comerciales europeas (llamada eufemísticamente el Asentamiento Especial) con un grupo de policías, asaltando los almacenes y quemando unos diez mil arcones de opio. Al ver cómo se quemaban toneladas y toneladas de su valioso opio los bárbaros extranjeros se enfadaron mucho. Y si bien los chinos habían inventado la pólvora, la imprenta y los viajes transoceánicos, ahora eran los putos bárbaros quienes tenían las mejores armas. Estalló la Primera Guerra del Opio. Los bárbaros anglo-franceses vencieron con la gorra: emplearon la nueva ametralladora Gatling con inmejorables resultados matando a muchos chinos, y también aniquilaron una flota china y bombardearon salvajemente varias villas desde la costa. En 1842 la Primera Guerra del Opio terminó y en el tratado de paz subsiguiente los chinos declararon legal el comercio del opio y se comprometieron formalmente a dejar de llamar bárbaros a los europeos. Qué ironías tiene la Historia, ¿verdad?
 
No lo llames imperialismo, sino protección del mercado.
Fuente: Biografía e Historia
 
2. Memes religiosos bullendo en el caldero de la bruja.
China era mayoritariamente devota de Confucio o del Tao en lo religioso: los Qing habían sido confucianistas desde el mismo principio de su reinado. También había mogollón de budistas. El cristianismo, en su avatar nestoriano, era conocido en el país desde hacía mucho por influencia de los persas, y en el siglo XVII los jesuitas portugueses intentaron insuflar en el alma de los chinos la llama del catolicismo. Ambas modalidades tuvieron un éxito limitado, y el cristianismo se convirtió en la fe ocasional de chinos rarunos. Del tipo de gente que considera cool convertirse a una religión extraña. El tipo de gente que hoy se haría budista en Calella de Mar, o adorador del poder de los cristales en el CERN.
 
3. Hong Huoxiu, el hermano pequeño de Jesucristo.
Hong era un chino hakka que en 1837 tuvo una fiebres. Mientras estaba en la cama, tuvo un sueño muy extraño, que su familia consideró producto de la enfermedad. Soñó lo siguiente: estaba rodeado de demonios que querían matarlo y llevárselo al infierno. Pero él escapaba y se subía a un lujoso palanquín que se elevaba por los aires, llevándole al cielo. Una vez allí, señores magníficos ataviados con togas espléndidas le abrían en canal, y empezaban a cambiar sus órganos internos por otros órganos internos más puros. En esto, se le acercaba un hombre ataviado con una túnica excepcional donde había bordado un dragón negro, tocado con un sombrero enorme y provisto de una esplendorosa barba del color del oro. Hong comprendía que ese señor de señores era su verdadero padre. Su verdadero padre, mirándole apenado, le cogía de la mano y le explicaba que había demonios por todas partes: hasta allí, en el trigésimo tercer nivel del cielo, había demonios acechando. Hong pedía a gritos una espada para matar a los demonios, pero su padre verdadero le decía (paráfrasis): "También hay demonios en la tierra, hijo mío, y tu deber es acuchillarlos a todos. Vuelve con los tuyos, y recuerda: ahora no te llamas Hong Huoxiu, sino Hong Xiuquan. Con este nombre vencerás en tu misión". Después de esto, Hong se despertó gritando cosas raras sobre demonios, para estupor de su familia.
 
¿Quién era Hong? Un joven precoz, inteligente y algo inestable, hijo de campesinos pobres pero ambiciosos,  que en 1836 estaba en Guangzhou, con la intención de presentarse al examen de funcionario imperial. En la China manchú se elegía a los funcionarios mediante un examen basado casi íntegramente en la doctrina de Confucio. Resulta que mientras caminaba cerca del Asentamiento Especial se le acercó un bárbaro extranjero que de forma misteriosa iba disfrazado de chino. El bárbaro le tendió un folleto escrito en un chino por un chino, titulado Recomendaciones para exhortación de la época. El bárbaro extranjero era posiblemente un misionero norteamericano llamado Edgar Stevens, a quien le gustaba disfrazarse de indígena para diseminar el credo protestante. Y el autor del panfleto, un predicador itinerante llamado Liang Afa, ofrecía una interpretación china de la Biblia, dando nombres chinos a los nombres bíblicos  y otorgando resonancias confucianas a la exhortaciones de los santos. Los misioneros extranjeros consideraban recomendable soslayar las diferencias doctrinales entre las diversas formas de protestantismo (había misioneros baptistas, misioneros anglicanos, misioneros metodistas, misioneros presbiterianos y más) y centrarse en lo básico, ya que en caso contrario el chino medio se hacía la picha un lío. Recomendaciones para exhortación de la época es un texto sincrético, el intento de combinar dos doctrinas religiosas y dos universos culturales a golpe de fe. Un popurrí. Un batiburrillo. Una mezcolanza.
 
Hong, por lo visto, cogió el panfleto que le tendía el misionero americano bárbaro por pura educación. Suspendió el examen. Cuando regresaba abatido a casa, le echó un vistazo al folleto. Pronto se topó con la palabra hong (¡su nombre!), que significa "inundación". Intrigado, siguió leyendo la historia: hablaba de un dios vengativo, llamado Ye-huo-hua, el cual había ordenado la inundación del mundo para castigar los pecados de sus hijos. Ante la nueva coincidencia (huo significa "fuego") Hong Huoxiu sacudió la cabeza y se guardó el folleto. Por unos meses la cosa quedó así.
 
Hasta las fiebres de 1837. Cuando despertó de su pesadilla, adoptó el nombre de Hong Xiuquan ("rey celestial") y declaró que su padre era el señor maravilloso que aparecía en su sueño y no el pobre hombre que le miraba angustiado en la habitación. También dijo que su madre no era su madre y que sus hermanos no eran sus hermanos. En ese momento y en los meses posteriores, Hong fue observado con atención por su familia, amigos y vecinos, no fuera que le diera por coger una espada para matar demonios. Pero Hong se limitó a exigir que le llamaran Rey Celestial y, tras describir por extenso su experiencia onírica/alucinación/revelación tanto en prosa como en recargados versos, siguió con su vida. Intentó aprobar por segunda vez el examen de funcionario imperial, sin éxito; empezó a trabajar como maestro rural, pobre pero digno; se casó; tuvo un hijo.
 
Hong, modo épico.
Fuente: wikipedia
 
Por unos años la cosa quedó así.
 
4. Epidemiología de la creencia.
1843: ha pasado un año desde el fin de la Primera Guerra del Opio y el gobierno de los mandarines sigue dando muestras de debilidad, de descomposición interna, de corrupción rampante, de cobardía ante los putos diablos extranjeros. Hay revueltas, caos en las provincias, inundaciones y hambrunas en las tierras amarillas.
 
Y en 1843 un amigo íntimo de Hong llamado Li Jingfang leyó Recomendaciones para exhortación de la época, que el segundo guardaba en su casa sin haberlo leído por completo. Cuando terminó de leerlo, acudió a ver a Hong muy nervioso y exaltado y le pidió que lo leyera con atención. Entonces Hong leyó el texto de cabo y rabo y terminó comprendiendo toda la verdad. Y la verdad es básicamente que Ye-huo-hua (Yavhé) es el único Dios verdadero; que tuvo un hijo, llamado Jesús Cristo; y que él, Hong Huoxiu, luego Hong Xiuquan aka Rey Celeste, es el hermano chino de Jesús Cristo. Tal y como indicaba su sueño, que no era un sueño, sino un mandamiento divino para combatir a los demonios.
 
Los demonios, como ya habrán adivinado, eran los seguidores de Buda y Confucio. Los demonios eran los Qing.
 
¿Fue un mandamiento de Dios o una alucinación? ¿Era Hong el tentáculo chino de Yavhé en el Oriente? ¿Nacía una nueva religión? ¿Estaba loco como una puta cabra? No lo sabemos. Sabemos que bautizó a su amigo Li Jingfang siguiendo las confusas instrucciones de Recomendaciones para exhortación de la época y luego fabricó dos espadas de hierro de un metro de largo, una para él y otra para Li, que usarían para matar demonios. Se llamaron a sí mismos los Adoradores de Dios y comenzaron a destilar un credo que mezclaba el Apocalipsis de San Juan, Confucio y las alucinaciones de Hong. Por una de esas cosas que tiene la vida, el potaje resultó atractivo a muchos chinos. Poco a poco, otros familiares y amigos suyos empezaron a unirse a su congregación, organización, culto, locura o como queramos denominarlo. En un par de años el virus ideológico había contagiado a muchos campesinos, sobre todo de la etnia hakka, de los alrededores, y la autoridades confucianas comenzaron a recelar. Sobre todo cuando el autodenominado Taiping Tianguo ,太平天國, el "Reino Celestial de la Gran Paz", que ya contaba con unos diez mil efectivos, se trasladó a la montañosa provincia sureña de Guangxi. En Guangxi había muchos hakka y mucho descontento con los manchúes. Allí, en un lugar donde predominaba la población hakka, los manchúes eran vistos poco menos que como opresores extranjeros. Incluso hablaban una lengua diferente, el mandarín, y por lo visto eran corruptos hasta un grado que convierte al PP español en un grupo de alegres boy scouts.  El mal rollo aumentaba día a día. Pronto multitudes de taipings comenzaron a molestar a funcionarios imperiales, cortándoles los copetes, y a montar algaradas en las puertas de los templos. Hong no paraba de predicar, y sus ideas, vistas hoy, no carecen de atractivo: únicamente la armonía y la paz podrían salvar a China; los hombres y las mujeres son iguales; todas las propiedades deben ponerse en común; los pajaritos cantan y el cielo es azul y todo es maravilloso.

Funcionario Qing con su copete y su riqueza.
A su lado, una concubina.
Detrás, un bárbaro extranjero con pajarita.
Fuente: Cuaderno de Retazos
 
Pero al mismo tiempo Hong empezó a hablar de sí mismo en tercera persona y sus agentes comenzaron a hacer acopio de pólvora (Guangxi estaba llena de minas, y en las minas había muchos mineros sojuzgados por el poder manchú lo bastante cabreados como para robar cargas de dinamita). El Reino Celestial de la Gran Paz se preparaba para la guerra.
 
Continuará...
 
 
 
 

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