martes, 30 de julio de 2013

太平天國, PARTE II

Continuemos la tenebrosa historia de la Rebelión Taiping, que ahora entra en su fase letal. Dado que sucedieron todo de tipo de batallas, marchas, contramarchas, asedios, masacres, interludios tragicómicos y ejecuciones masivas, ha resultado complicado mostrar una línea narrativa que fuera más o menos comprensible. Aquello fue un caos donde intervinieron factores de todo tipo y lo único cierto es que murió gente a millones. No tenemos ni idea de qué fue exactamente lo que llevó a los chinos a matarse entre sí con tanta saña: eso se lo dejamos a los que saben.
 
Este mapa cutre muestra las áreas de gobierno taiping.
Fuente: Webring
 
En 1851, Hong Xiuquan, que se llamaba a sí mismo "Zhen" (significa "El Soberano" y resulta un apelativo muy modesto, no digan que no) y empezaba a reunir un harén de concubinas entre la población femenina de sus feudos, se encontró con el estadounidense Issachar Jacox Roberts. Roberts era uno de esos bienintencionados bárbaros extranjeros protestantes que estaban fascinados con la milenaria cultura china (aunque algunos aspectos de esa cultura, como el poder otorgado a los eunucos, les repugnaban) y que al mismo tiempo estaban molestos con los manchúes por lo que llamaban su "aislacionismo corrupto y xenófobo" (a nadie le gusta que le llamen Diablo Pálido del Otro Lado del Océano y cosas parecidas). Roberts y otros como él deseaban que el movimiento milenarista taiping triunfara: "He aquí la obra de Dios", escribió sobre la movida de Hong. "Alguien se ha sublevado entre los chinos y presenta al verdadero Dios para su adoración, expulsa a sus ídolos con mano firme y a él se están uniendo decenas de miles de personas". Roberts y otros misioneros no parecieron observar que los Qing estaban diciendo exactamente lo mismo de Hong, pero al revés, y no debemos olvidar a esa zorra llamada Realpolitik y que tanto juego da. A los extranjeros que se ocupaban de cuadrar las cuentas tratar con una China manchú y confuciana les resultaba desagradable: ¿no sería mucho mejor que el gobierno del inmenso país pasara a manos de un movimiento cristiano indígena, el cual sería mucho más, cómo decirlo, amigable para con los intereses extranjeros? Todos eran seguidores de Jesús Cristo, ¿verdad? Pero cuando el reverendo Roberts se encontró con Hong se horrorizó por lo que vio: he ahí un puto chino que afirmaba ser el hermano menor de Jesús, ¡y tenía concubinas! Ante tanta blasfemia, Roberts se negó a bautizar a Hong, y el movimiento taiping tuvo su primer revés en el frente de las relaciones públicas.
 
Volveremos a encontrarnos con el pobre reverendo un poco más más tarde.
 
5. 1851: la primera batalla.
Algunos la llaman la Batalla de la Montaña del Cardo y otros la Batalla de Jintian, por el pequeño pueblecito que había cerca de la montaña. Como sea, allí las tropas Qing superiores en número fueron derrotadas por los taiping y entonces a Hong se le fue la olla a Camboya. Tras hacer una ceremonia chunga en la que se proclamó nada más y nada menos que Mesías, empezó a distribuir cargos. De este modo, nombró ocho "reyes", que habían de ser sus comandantes de campo de batalla: el Rey del Norte, el Rey del Sur, el Rey del Oeste y el Rey del Este, a los que se sumó el Rey del Ala (?), un tal Shi Dakai que era un buen fichaje ya que su padre era un terrateniente ex-manchú podrido de dinero, y el del Escudo (el título varía según las traducciones), que cayó en manos de su primo, Hong Rengan. Rengan fue el segundo seguidor de Hong durante la formación de los Adoradores de Dios. Un poco más tarde, llegaron el Rey de la Paz y el Rey de la Bendición. Éstos últimos eran los hermanos mayores de Hong, que se habían subido al carro hacía poco.
 
Después, Hong empezó a tomarse en serio la lucha apocalíptica contra los demonios.
 
Prisioneras taiping esperando la ejecución, 1864.
Fuente: Executed Today
 
Tras la Montaña del Cardo, y ante el acoso de sucesivos destacamentos manchúes, los taiping se convirtieron en un enorme ejército de guerrillas que se movía por los campos y las montañas. Dado que los batallones Qing estaban formados por una mezcla militarmente absurda de campesinos reclutados a punta de pistola y mandos corruptos y cobardes, no es de extrañar que los manchúes perdieran batalla tras batalla y quedaran como unos inútiles de mierda. Cuando alcanzaban un núcleo poblado, los taiping por lo general no encontraban oposición y sus filas, formadas tanto por hombres como mujeres provistos de armas heterodoxas que iban desde fusiles de chispa a azadas, crecían en consecuencia. Cuando tomaron Yongan en 1851 eran sesenta mil. Cuando conquistaron Changsa en 1852 eran ciento veinte mil. A la hora de poner sitio a Wuchang en enero de 1853, eran más de medio millón. Y cuando superaron las líneas defensivas del ejército imperial que rodeaban Nankín (la "capital de China en el Sur") pocos meses después, ya eran dos millones de tarados repartidos por un territorio de millones de kilómetros cuadrados.
 
6. Qué divertido es ser un taiping.
A Hong Xiuquan, El Soberano, Padre Celestial y Rey del Cielo, entre otros títulos rimbombantes, no le gustaban las modas extranjeras como el opio y la homosexualidad. Así que prohibió el consumo de opio y condenó la homosexualidad. También prohibió la prostitución, el adulterio, las apuestas y el consumo de alcohol, bajo pena de muerte por decapitación. En contrapartida, se instauraron el comunismo campesino y otro tipo de jacarandosas diversiones: "Todos los muchachos deben asistir a la iglesia cada día, donde el sargento les enseñará a leer el Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento, así como el libro de las proclamaciones del Soberano ordenado [sí, el panfleto Recomendaciones para exhortación de la época]. Cada Sabbat los cabos conducirán a los hombres y mujeres a la iglesia, donde ambos se sentarán en filas separadas. Escucharán los sermones, cantarán alabanzas y ofrecerán sacrificios a nuestro Padre Celestial, Rey del Cielo". Sí, señor. El Paraíso en la tierra o poco menos.
 
En marzo de 1853 los taiping conquistaron Nankín. Los números exactos de la matanza subsiguiente de habitantes de la ciudad difieren mucho, aunque parece existir un consenso en torno a los treinta mil cadáveres. Treinta mil ciudadanos, hombres ancianos, mujeres y niños, no soldados, cuyas cifras de mortalidad van aparte. El hermano pequeño de Jesucristo entró en la ciudad subido a un palanquín hecho de oro, y seguido por sus treinta y dos concubinas preferidas provistas de parasoles amarillos, el color chino de la buena suerte. Hong declaró Nankín "Ciudad Celestial" y tras intentar la conquista de Pekín, que fue repelida con horribles pérdidas de vidas por ambos lados, se instaló en el mejor palacio. Como era un revolucionario, aplicó la Muerte por Mil Cortes a los antiguos eunucos de la corte manchú de Nankín y los sustituyó por 2000 (dos mil) mujeres. Eran oficialmente conocidas como las "cuñadas del Rey Celestial" y llevaban la administración del palacio: unas pocas elegidas tenían el honor de, como se decía eufemísticamente, "limpiar la zona en torno al ombligo del Soberano". Especular sobre la naturaleza de las cuñadas se penaba con la muerte; y si las cuñadas se peleaban entre sí, eran decapitadas. Todo muy cristiano, como se ve.
 
Una pintura Qing de una serie de diez paneles que muestra
un momento de la derrota taiping en Pekín, 1855.
Fuente: wikipedia
 
Pero algunos detalles se mantuvieron. Los ciudadanos supervivientes estaban obligados a sobornar a los funcionarios taiping, tal y como había sucedido antes con los funcionarios Qing, para poder hacer cualquier cosa. Si funciona, para qué romperlo.
 
El reverendo Roberts acudió a la corte de Hong en 1855, poco después de la aniquilación de las tropas taiping en el norte en torno a Pekín. Tras atravesar aldeas arrasadas, campos agostados, zanjas llenas de muertos y multitudes hambrientas, llegó a palacio. Allí le obligaron a arrodillarse ante el Rey Celestial, al que describió así: "tenía una apariencia mucho mejor de la que yo recordaba, grande, bien formado, con un buen aspecto y un fino bigote negro". Antes de dejar que se marchara, el Rey Celestial ofreció al misionero baptista tres de sus cuñadas para que pasara un buen rato. Y eso que el tipo no había querido bautizarle
 
Pese a los considerables esfuerzos del Rey del Escudo, Hong Rengan, por mejorar la imagen de la Rebelión Taiping en el extranjero, la cosa estaba mal. No es sólo que el Rey Celestial cada día era más paranoico y obsesivo, sino que hubo un conflicto interno entre los Reyes del Oeste, el Este y el Norte que se saldó con una masacre. El Rey del Ala renegó del movimiento y se convirtió en un señor de la guerra freelance, y la corrupción rampante, los listillos oportunistas y la violencia indiscriminada habían sustituido el auténtico fervor religioso de los primeros tiempos. Aún con todo, Rengan, un hombrecillo que no estaba ido del bolo, siendo así una excepción notoria en el movimiento, tenía gafas y hablaba muy bien el inglés, el francés y el alemán, lo intentó.
 
7. Traca final.
Como hemos visto, Occidente en principio vio con buenos ojos la Rebelión Taiping: los cristianos apoyaban un movimiento cristiano en China, y los que manejaban el cotarro atisbaban grandes posibilidades de expansión económica. Pero en 1856 estalló la Segunda Guerra del Opio y los occidentales consiguieron generosas concesiones por parte del gobierno Qing, incluyendo lucrativos contactos comerciales en Shangái, ciudad portuaria que se convirtió en una espeluznante mina de oro para los bárbaros extranjeros. Para 1860, el apoyo occidental se trasladó a los otrora inmanejables y horribles funcionarios de la dinastía manchú, y los taiping se convirtieron en el Coco. Por poner un ejemplo del cambio de mentalidad, Karl Marx, que no se perdía una, había pasado de ensalzar a los taipings en 1853 ("La revolución china encendería la mina de la mecha sobrecargada del actual sistema industrial y provocaría la explosión de la crisis tanto tiempo preparada") a llamarles de todo menos bonitos en 1862 ("[Los taiping] son para las masas del pueblo una abominación todavía mayor que los antiguos dirigentes"). Por ello empezaron a proveer a los Qing de armamento moderno, incluyendo ametralladoras y lanchas cañoneras y soltaron a una tropa de mercenarios mayoritariamente procedentes de las Filipinas bajo el mando del general de la Unión Frederick Ward para repartir un poco de estopa. Y lo que es más importante: se encargaron de adoctrinar al obsoleto ejército imperial en los arcanos de la guerra decimonónica.
 
Frederick Townsend Ward.
Además de general del ejército estadounidense, fue
filibustero, buscavidas y comerciante.
Su paso por la Rebelión Taiping sirvió
de inspiración para la película
El último samurái.
Claro que en la peli de Tom Cruise
se cambiaron varias cosas,
empezando por el puto país.
Fuente: Wikipedia
 
Sin embargo, los taipings no se habían enterado del cambio de tornas y en 1862 no se les ocurrió otra cosa que marchar sobre Shangái. Su objetivo era lograr la captura de un puerto y con ello meter la cabeza en el comercio transoceánico, ya que según Rengan eso era lo que esperaban sus presuntos amigos extranjeros. Ni siquiera cuando las tropas anglo-francesas que defendían el perímetro de la concesión comercial comenzaron a pegarles tiros se olieron la tostada. Luego hubo una tormenta de nieve, cosa rarísima en Shangái, y las tropas imperiales salieron a presentarles batalla. Fue una escabechina. La Rebelión Taiping murió en ese momento.
 
Pero los taipings no sabían que ya estaban muertos, y sus enemigos Qing no pensaban tomar prisioneros y llegar a un acuerdo de paz, con lo que la matanza se prolongó dos años más. El Rey Celestial, Hong Xiaquan, murió en mayo de 1864 en su palacio de Nankín. ¿De qué murió? Unos dicen que se suicidó, otros que lo envenenaron, otros que unos demonios lo agarraron y se lo llevaron al infierno. El caso es que poco después, en mayo, ochenta mil soldados imperiales a las órdenes del general inglés Charles Gordon, aka "El Chino",  tomaron Nankín tras un largo asedio y se dedicaron a ejecutar de forma creativa a los taipings que no se habían prendido fuego a sí mismos. Más o menos murieron unas cien mil personas en una orgía de insana locura que algunos comentaristas actuales comparan con la inmolación de los davinianos de Waco pero a lo grande. También mataron a todos los hijos e hijas engendrados por el Rey Celestial, excepto al heredero de catorce años, que logró huir y esconderse en el campo por algún tiempo, disfrazado de campesino.
 
Poco después lo capturaron y lo mataron haciéndolo trocitos.

¿Cuáles fueron los efectos, el legado de la olvidada Rebelión Taiping? Los historiadores todavía discuten sobre ello, pero parece claro que no fue buena para China y los chinos. Tras diez años y pico de rebelión, los campesinos volvieron a ser sojuzgados, pero las guerras y los levantamientos habían debilitado demasiado el poder de los manchúes. En adelante, el Reino Medio se convirtió en un país débil, atravesado por hambrunas (el valle fluvial del Yangtsé quedó tan devastado que no volvió a ser productivo y capaz de soportar vida humana hasta un siglo más tarde) y presa fácil para el intervencionismo extranjero, empezando por Japón. Algunos creen que el juego del mahjong se inventó durante este período. Y Mao debió de tener en mente los acontecimientos de la Rebelión Taiping cuando inició su propia marcha hasta el poder en el siglo XX. Que resultó incluso más terrible para los chinos que el siglo XIX.

Triunfar en un levantamiento campesino es fácil si sabes cómo.
 
 Y eso es todo.
 

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